Narrativa: El miedo.
El miedo nos hace ser personas horribles.
Nos convertimos en seres asustados con máscaras que no se corresponden con quienes somos. Queremos abrazar y contestamos con sequedad. Preguntar si la otra persona está a gusto y nos ponemos a limpiar como si la bayeta fuese a ocultar que nos da vergüenza no estar a la altura. Altivez para ocultar el terror de no ser suficiente, de que se note lo acojonados que estamos ante la intimidad, ante el hecho de que alguien nos vea con todo lo que no somos capaces de expresar con palabras. Los límites de los que formamos parte.
Los estigmas de que no nos abrazasen bastante, de que no nos quisieran en casa, de no saber estar con otro a quien le importes porque siempre te han postpuesto, siempre te han abandonado, nunca has sido la prioridad de nadie. Décadas escuchando que debes estar solo, que nadie te querrá como eres, que eres horrible.
Y todo esto se expone al convivir.
Te quedas encerrado en cuatro paredes siendo un animal herido. Las sonrisas, las poses… no pueden durar 24 horas y ahí estás. Desnudo ante otro que te mira con cariño. Que quiere estar ahí, ahí contigo y no sabes qué hacer. Lo que en realidad importa, lo que no importa nada se exponen ante una balanza sobre la que debes decidir antes de dejarte llevar por la costumbre. Una pausa para ser quien realmente eres sin miedo, pleno de amor, para que, al final del día, sepas irremediablemente que el tiempo se acaba y que en tu lucha cuando podrías haberlo hecho mejor, en alguna de esas ocasiones,lo has conseguido. El miedo nos hace ser personas horribles. Dejar que alguien más nos desvista de sus garras es el aliento que nos ayuda a seguir viviendo sin él.
Pasar de escuchar: “Nadie te va a querer” a “eres una persona hogar, estar contigo sana”. Rodéate de quien te vea, te valore y te eleve.
Decía Mandela: Ser libre no es solamente deshacerse de las propias cadenas, sino vivir de una forma que respete y mejore la vida y la libertad de los demás.