Descubre Madeira en tres días

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Descubre Madeira: Si tienes cuatro días para disfrutar de la magia de esta isla del Atlántico, no lo dudes, sigue las mejores rutas en la isla conmigo.

Abrimos nuevo año, primer viaje y nuevo proyecto: #20destinosen2020 con #WOMANWORD

En mis diferentes rutas a lo largo y ancho de la isla, en tres días, pude descubrir los mejores lugares, sus secretos, su naturaleza inmensa y los pueblos más característicos. ¿Comenzamos?

Todo en el vídeo completo de Maderia en WOMANWORD:

 

 

Día 1: La ciudad de Funchal

No te pierdas todas mis aventuras en la capital de Madeira en el reportaje de gastronomía de la isla, dado que la descubrí a mordisquitos paseando por sus calles y sus negocios locales.

Desde la rua Brigadeiro podemos llegar a sus diferentes museos, iglesias y al jardín municipal, callejeando, gustando de sus negocios locales, pasadizos de tiendas, centros comerciales interiores, calles asfaltadas en piedra negra y casitas de blanca cal.

Desde la plaza central, con su fuente siempre alegre, el ayuntamiento, el palacio de Sao Lorenço y el teatro municipal, para bajar al museo del vino de Madeira y su impresionante jardín municipal.

Disfruta de las flores de la avenida Arriaga, sigue caminando por la rua de Joao Gago dejando la iglesia del Siglo XV, de estilo manuelhino a tu espalda y a los músicos ambulantes que alegran éste amplio paseo de comercios y puestos de frutas, bordados y flores y sumérgete en la vida del mercado.

Capital limpia, calma y segura, es preciosa en su decoración urbana, pensada y cuidada, perfecta para vivir todo el año, con su agradable micro clima.

La isla está perfectamente conectada con autobuses, carreteras, escuelas e incluso universidad.

Los edificios y las calles se llenan de arte y color. El gusto por la cultura y la creatividad exhala en cada esquina.

Atraviesa las tiendas de moda vintage de la rua da Queimada de baixo y siéntate en una de sus terrazas.

Piérdete disfrutando de los murales en las puertas de la rua Santa María en la zona más antigua de ésta ciudad fundada hace 600 años, el casco antiguo, donde vivían los marineros, pescadores, primer asentamiento, barrio bodeguero y ahora, zona hipster revitalizada.

Párate en cada negocio de la rua do Hospital velho y termina frente al mar en la rua de Carlos primero para coger el teleférico hasta Monte.

  1. La cima de Monte

Puedes comprar ida y vuelta o sólo ida y bajar en autobús, con tu tarjeta de transporte semanal, en los típicos carros de cestos o paseando.

Una vez aquí, visita las hectáreas del jardín botánico, el jardín tropical, las quintas habitadas por las personas más poderosas de la isla y su hermosa iglesia, de estilo marinero, acogedora y con unas vistas impresionantes, la Sacre Coeur de Madeira, con 72 escaleras.

No te pierdas la fiesta del 15 de agosto en su portal.

En su interior, viviendo con ánimo la Navidad, un hermoso belén retrata las costumbres de la isla y sus profesiones: Los carreiros, pescadores, la matanza, la espetada, la agricultura y hasta la propia Iglesia de Monte.

Sorprende ver a los niños jugando en el patio del colegio, en la cima de la montaña, con la ciudad y el océano a sus pies.

Una vez aquí, los carreiros juegan a las cartas, con la vestimenta típica: pantalones blancos, jersey azul, sombrero de mimbre, como la cesta sin ruedas en la que voy a volver a Funchal y lo más importante, sus botas de piel con suela de neumático, con las que frenan, giran y conducen las cestas que empujan cuesta abajo a la carrera mientras engrasan sus bajos.

Una experiencia para aventureros y valientes. Los giros, la velocidad y la verticalidad de la calle hacen de éste folclore un deporte de riesgo de lo más divertido y especial.

 

2. Atardecer en Classic Car

Date un capricho.

De vuelta en Funchal, vivo otro tipo de desplazamiento, un carro, ésta vez, en lugar de ser de mimbre, convertido en un Mercedes 280S del ’73 y un Rolls Royce corniche cabrio para ver atardecer con Madeira Garage como toda una señora.

Conducimos recorriendo Funchal hasta Ponta do sol, un pequeño pueblo cargado de sabor, abrigado por los verdes acantilados, con una pequeña iglesia blanca, tejados marrones, un cine del siglo XIX y las olas que rompen contra la orilla.

Sube al hotel mirador de lujo de la cima donde el horizonte naranja te espera mientras tomas algo. Un final de día perfecto.

¿Quieres ver dónde cené? Pincha aquí.

 

     3. De vuelta en Funchal

Tómate la mañana libre para, después de desayunar pasear por Funchal y sus jardines.

Tras tomar el sol en el Savoy, paseo por la avenida do Infante, dejando a mi derecha el Casino y su aire Tiki hasta la Quinta da Vigia, residencia presidencial. Sus jardines que miran al mar, son salvajes y cuidados, la mansión rosa que se esconde entre ellos, da a éste lugar un aura casi mágica. La luz y el lago lo refrescan. Es una parada obligatoria. No te pierdas el vídeo en mi canal de youtube. Tienes que verlo por ti mism@.

Seguido, con estatua de Colón incluida (del cuál dicen que se llevó vino de Madeira en su viaje a las Américas… puede que por eso en lugar de a la India llegó al otro lado del mundo…), ermita y una amplia explanada de césped donde tumbarse a mirar el cielo azul, en el parque Pestana Casino.

Mi parada a comer en la terraza de Gruta fue un acierto total. Tienes todo en el reportaje de gastronomía enlazado en éste reportaje.

Después, en la avenida sa Carneiro, entre la ilha de Nossa Senhora da conceiçao y el museo de CR7, cuya estatua tiene relucientes el sobresaliente “paquete” y las manos, se abre una bahía que mira al océano, donde los buzos de rescate hacen sus prácticas, los barcos acceden a la marina y se practican deportes de agua como SUP, vela, kayak, wind o moto.

Sigue paseando por la avenida do mar e das comunidades descubriendo un paseo precioso que suena a música andina, cargado de terrazas, puestos de artesanía y luz.

En la praça do Polvo verás navegando o atracada la caravela Santa María de Colón, con sus velas corsarias y su cuerpo de madera. Una imagen impresionante.

No te pierdas en mi vídeo de youtube, la noche de Funchal: Me adentro en la capital para conocer a un maestro lutier de guitarras portuguesas que me enseña a tallar la madera, pedimos la mejor pizza de la isla y termino en una jam session para después acabar bailando en la calle en un típico local de la ciudad. ¿Quieres verlo?

 

 Día 2: Norte de la Isla

Jeep Tour day con Adventureland

Al viajar por la isla de Madeira me sorprende que ésta isla se adapta a la orografía del terreno y no al revés. Sus campos de cultivo, plataneras, cañas de azúcar y hasta domicilios, se amoldan al mismo con vertiginosa habilidad, dibujando serpenteantes escaleras por la montaña, conscientes y respetando la tierra que les cobija, viven en ella siendo parte, sin imposición.

Tenemos mucho que aprender de éste pueblo portugués llegado en barco hasta esta isla, creando su vida desde cero basado por completo en la sostenibilidad más consciente.

Madeira, fundada en 1419, vive del turismo y de la agricultura, sobre todo con la exportación de banana y caña de azúcar.

 

  1. Ribeira Brava

Comenzamos la ruta atravesando el centro de Funchal en dirección al primer mirador sobre la preciosa Ribeira Brava desde la que podemos ver tanto el pueblo, como los acantilados, a cuya orilla podemos bajar en teleférico y hasta piscifactorías de dorada en mitad del océano.

Seguimos recorriendo las carreteras antiguas en 4×4, estrechas, de dos sentidos y nos metemos en la espesura del bosque para subir a  1500 metros de altitud.

Pueblos que duermen en la montaña, vecinos con nombres y apellidos que dejan las casas y los coches abiertos, carriles de agua de manantial para regar los huertos y plataneros que desafían la gravedad.

Curvas y curvas en carreteras de vértigo y una belleza colosal. La vida natural instaurada en el día a día actual: supermercados, hospitales, colegios, institutos, universidad, internet y tiempo.

 

2.  Paúl da Serra

Entramos en el bosque por caminos sin asfaltar, olor a eucalipto y humedad. Los pulmones se abren mientras el Land Rover salta y aparecemos de nuevo en una carretera local para seguir subiendo hasta las eólicas, mientras reforestan las faldas de la montaña con plantas endémicas para encontrar nieve al lado de la ermita.

Es espectacular como en cuestión de minutos, los paisajes y las estaciones cambian de forma extrema.

 

3. Fanal

Bajando, los oídos se van abriendo y llegamos al bosque de laurisilva. Siempre protegido por la niebla, la humedad eriza el pelo y abre las fosas nasales. Paisaje de hadas, sugiere hablar en voz baja y disfrutar del ambiente.

En estas sierras, podremos encontrar muchos caminos de trekking y espacios habilitados para hacer barbacoas. Por favor, cuidado con el fuego.

 

4.  Ribeira de Janela

Bajamos sendas escondidas en el bosque hasta llegar a la carretera que nos conduce a éste mirador. Vemos llover sobre el océano y bancos decorados con troncos que hacen homenaje a la Navidad. Desde este punto, vemos la orografía norte de la isla y la cintura de los acantilados.

Hortensias que cambian de tonalidad según los minerales sobre los que crezcan, pinos y ovejas y vaquitas campando libres.

Antes de llegar a la próxima parada, bajamos a la costa y descubrimos una piedra caprichosa, perfilada por el viento, monumento de mujer que corona las aguas. Preciosa imagen, desde el río que baja de las montañas, hasta el agua del mar.

El pueblo también cuenta con una central hidroeléctrica cuyo zumbido hipnotiza al visitante.

 

5. Porto Moniz

Tras comer en Aqua Natura, no te pierdas todas las delicias, paseamos por éste pueblo vacacional en el que las piscinas naturales acercan, con seguridad, el agua a los bañistas, bajo la atenta mirada del blanco faro en lo alto de la montaña.

El coste de las piscinas es de 1 euro y medio al día, con acceso a vestuarios y duchas.

El océano turquesa no descansa, entre la bruma, con movimiento constante y enfurecido.

 

6. Seixal

Una de las pocas playas que podemos encontrar en la isla, está aquí, en Seixal. En ella, dejando atrás la arena negra, los surferos juegan con las olas, moviendo las tablas entre las piedras del fondo.

Sobre nosotros, las cascadas caen al mar desde la cima de las montañas.

Madeira es una isla verde cargada de agua.

 

7. Cuevas de Sao Vicente

Aquí, nos muestran la formación de la isla de Madeira. Una erupción volcánica que salió del mar y se solidificó. En ella, creció la vida y siglos después, llegaron los humanos a habitarla.

Espectacular visión del mundo que da una lección de humildad e interesante visita al interior de la cueva caminando por los conductos solidificados de los ríos de lava que recorrían estos senderos hasta el mar.

Hoy, el agua de la lluvia y de las montañas se filtra en las cuevas formando lagos que saben a hierro.

De la mezcla entre la humedad y la luz artificial, la vida se abre camino y podemos encontrar flora en su interior.

Las cuevas se formaron hace 890 mil años, se encontraron en 1855 y se abrieron al público en 1996. Madeira es una isla joven, hecha con cariño.

Las cuevas no tienen estalacmitas ni estalactitas por que las cuevas volcánicas no tienen calcio.

El pueblo de Sao Vicente es una caprichosa construcción que escala las montañas entorno al río. En él, la primera torre de iglesia construida sólo por mujeres en homenaje a la mar que devolvió a sus marineros con vida a casa mira el horizonte acariciando el cielo.

Sobre la montaña escuchamos las explosiones de los dinamiteros.

 

 Día 3: El este de la isla

Mi querido amigo Pedro, de Adventureland, me recoge a las cinco de la mañana para poner rumbo al amanecer en el este de la isla. Nos espera un día largo, cargado de aventuras, cambios de clima y paisajes impresionantes.

Vamos dejando atrás la ciudad dormida mientras vemos, desde las alturas, sus luces anaranjadas acariciando las laderas desde el mirador de Pináculo, sobre Caniçal y más adelante, sobre la ciudad de Machico, podemos ver el aeropuerto que sale directamente al mar.

Susurramos y nos encaramamos a las rocas del camino de tierra. Sobre el mar, aparece perezoso un sol naranja, yemita de huevo y la claridad se apodera del día.

Estamos en la Ponta do Sao Lorenço, el lado más al este de la isla, desde aquí tenemos un trekking de casi tres horas para llegar a la punta más absoluta de la isla, el final de su tierra, elevado sobre el mar.

Subimos a Ponta do Rosto para admirar el paisaje desde las alturas, desde donde podemos ver el norte y el sur de la misma a la vez.

Y ponemos rumbo a desayunar en la panadería local que sirve el pan a hogares y restaurantes de la zona en Porto da Cruz, un pueblo muy importante en la isla por el cultivo de la caña de azúcar y donde visitamos, como no,  la fábrica de ron, vemos a los surferos bajo el arcoíris y a palomas mensajeras volando libres de vuelta a casa.

Subimos la montaña serpenteando sus carreteras, dejando los pueblos de la costa a nuestros pies en dirección al mirador de Guindaste. Paramos en medio de una naturaleza salvaje y es impresionante como la calma inunda y todo tiene sentido. Frente a nosotros Porto Santo, la otra isla de Madeira habitada, con playas de arena blanca.

Vemos Faial desde el mirador de Curtado y hacemos una ruta de 4×4 por el interior del bosque hasta dar con los campos de cultivo de los agricultores de Santana, para descubrir el teleférico de Rocha, el mercado de frutas y verduras de productores locales de Santana y sus casas típicas y la pequeña y acogedora iglesia del pueblo.

Visitamos a Manuel, amable y cariñoso, nos recibe con un licor de café. Venezolano, como tantos que hoy han vuelto a Madeira, es hijo de auténticos propietarios de una verdadera casa tradicional. Conocidas como Palhoças, se caracterizan por sus colores alegres sobre la cal blanca, su tejado triangular de amplias capas de paja de trigo superpuestas que protegen de la lluvia y crean un ambiente fresquito dentro de la casa y su suelo de tierra. En su interior, tres pisos: la planta principal, usada como hogar, donde se sitúan las habitaciones y la cocina; la planta baja, usada como bodega y la planta alta. Siempre rodeadas de flores, dan a Santana una calidez inigualable.

Si tienes tiempo, pasa por el las ruinas de San Jorge y el mirador da vigía. Te quedarás sin palabras.

Paramos para comer en Quinta do Furao, como pudiste leer en el reportaje de gastronomía de Madeira y, de vuelta en el 4×4, recorremos las montañas por caminos imposibles y abismos, hasta el parque natural de Ribeiro Frío para sumirnos en el mar de nubes, descubrir el Machupichu de Madeira, el mirador Ponta de Sao Lorenço y hacer la caminata vereda dos Balçoes hasta su mirador. Se nota la altitud y sorprende la naturalidad con la que sus vecinos llevan a cabo su vida cotidiana entre cuestas empinadas y estrechas carreteras. Felices, completos.

Sorprende encontrar piscifactorías de truchas entre éstas montañas, a 1412 metros de altitud.

De vuelta a Funchal, cruzamos el parque ecológico de Funchal y desde Monte, su jardín tropical y su jardín botánico, llegamos de nuevo al mar y a la ciudad.

Después de cenar, termino el día en las fiestas locales de Caniçal. Una verdadera preciosidad. No te lo pierdas.

 

Nota al lector@

Madeira me ha enamorado, calmada y verdadera, representa la filosofía de vida perfecta. Volver a la base, a lo sutil, al tiempo, a la naturaleza, a la artesanía, a las manos, combinado a su vez, con la tecnología actual.

 

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