SUEÑOS TURCOS, una entonación viajera a través de Turquía

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Constantinopla suena a cuentos orientales, a ojos pintados con henna, a reluciente oro y brillantes expuestos con esmero en los puestos de cualquier bazar y a especias que tiñen las manos y dan sabor a delicias árabes. Se abre así, un recorrido de sueños turcos, una entonación viajera a través de Turquía.

Conjunción entre Europa y Asia, bañan sus tierras la fuerza de tres mares: Egeo, Negro y Mediterráneo.

Puerta de entrada a dos mundos conectados, un mundo, uno sólo, en definitiva, plural, pleno y completo, de sueños con sabor a dátil y cabellos rubios trenzados hasta la cintura.

Hablar de Turquía es hablar de la unión de las culturas y de convivencia necesaria.

Pasear por Bizancio es formar parte de un todo, donde las razas o los credos no tienen cabida y todos caben en la misma instancia.

En Estambul nace la magia al llegar la primavera con los almendros que florecen y colorean las aguas del Bósforo dando tono al lema del país que canta alegre entre sus calles: “Yurtta Barış, Dünyada Barış”, que significa: “Paz en casa, paz en el mundo”.

Recorriendo la ciudad entretenida, mi mente pasea en la distancia, perdida en callejones y bazares de alfombras y mullidos cojines, comiendo kebabs sabrosos en puestos callejeros, disfrutando de poder pasear de la mano por Santa Sofía, feliz bajo el Cuerno de Oro, subiendo por la avenida de Istiklal, soñando con leyendas de incienso entre la Cisterna Basílica y el Palacio de Dolmabahçe, abriendo bien los ojos en la mezquita azul y bajo la torre de Gálata.

Estambul recorre el medievo con el Palacio Topkapi y sublima con la mezquita de Süleymaniye. Memoria viva de culturas que llegan al presente se describe en San Salvador de Cora, el bazar de las especias, Miniatürk, Nisantas y la plaza de Beyazit.

Acoge en el parque Gülhane, divierte en el hipódromo y maravilla frente al mar en la mezquita de Ortaköy.

Sin dejar de visitar el museo Sakip Sabanci o el museo de Pera, juega a favor preparar negativo para disparar en analógico el parque Emirgan, el acueducto de Valente o el cuidado jardín botánico, Atartük Arboretum para terminar cenando mirando al Bósforo con un frío vaso de Ayran en la mano.

En Estambul todo es posible, desde relajarse en uno de los hammames de la zona a bailar la danza del vientre moviendo vaporosos pañuelos de colores sin olvidar acudir al mercado a comprar el pescado más fresco que se pueda imaginar. El mejor puerto es el de Karakoy, cargado de la belleza de lo antiguo, de lo vivido, antiguo barrio de comerciantes armenios durante el esplendor otomano. Siglos y siglos de los que formar parte disfrutando de la historia viva entre sus calles.

A través de las delicias turcas y el baklava de pistacho, Turquía se abre como tierra de ensueño y realidad posible, legendaria entre los Siglos y deseada con codicia.

Media luna y una estrella… viajando entre sus costas, pequeños pueblos y ciudades abren sus puertas al viajero que respeta la variedad de las culturas.

Desde la Laguna Azul de Ölüdeniz, en Festhiye bañada por el mar Egeo hasta el azul magia de los lagos y cascadas en blancos y azules, en la mismísima provincia de Denizli, en Pamukkale, traducido como castillo de algodón”, en turco, gracias a la preciosa formación geológica producto de movimientos tectónicos que ocasionaron la aparición de numerosas fuentes de aguas termales coronada en su cima por la aparición de la ciudad helenística de Hierápolis, Patrimonio de la Humanidad desde 1988.

Kas y Kalkan, junto a la playa de Kaputas, aguas azules y arenas blancas en las que notar el calor del sol sobre la piel, es perfecta para dos días de vida oceánica y deportes de agua, mientras que Esmirna, ciudad pequeña plagada de tesoros, resulta perfecta para sacar al arqueólogo que llevamos dentro. Ella, albergaba en su corazón una de las siete maravillas del mundo antiguo: El Templo de Artemisa. Ciudad fuerte de historia legendaria, recibe su nombre de una reina amazonas protegiendo con su fuerza el legado de ruinas grecorromanas y restos paleocristianos y bizantinos, la biblioteca de Celso, la puerta de Augusto y la tumba del apóstol Juan.

Capadocia, Adıyaman, Trabzon, Doğubeyazıt, Antalya…Turquía es la conjunción perfecta de naciones, paraísos y poder plural engrandecido.

Tierra de poderes enfrentados, cuando el comercio clama, reivindica la esencia que le es propia, ésa y no otra, de convivencia y hogar de acogida, ésa a la que todos los viajeros, de cualquier parte del globo, querían llegar surcando kilómetros, mares y fronteras para descubrir la magia, ésa tan única que convertía en humano la sociedad soñada en la tierra de tránsito constante y naturaleza viva, plena y viva.

Sueño con volver a Turquía, noche de luna curva, entonación viajera, cuentos de Oriente…

PDT. No podía terminar mi texto sin llamar a la cordura, sin reclamar un mundo libre por el que viajar en consonancia. Cuando las armas dominan los diálogos olvidamos la historia que precede e hizo posible una realidad en la que todos formaron parte. Cuando las armas se levantan la magia grita por reaparecer, luciendo viejos vestidos de un continente brillante reclamando la humanidad que nos es propia.

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