He recorrido todo Malaysia desde mi aventura #ViajarNoTieneGénero #6paísesen60días
Hoy os cuento mi viaje a Melaka, Malaca, ciudad patrimonio de la Unesco, donde monto en barco y descubro la diversidad y los paisajes que acogen y después, viajamos en un duro y eterno periplo desde Singapore hasta Taman Negara, el Norte de Malasia, donde la jungla acontece y los aborígenes retan al paso del tiempo.
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Comenzamos…
Bienvenidos a Melaka / Malaca – Ciudad Patrimonio de la UNESCO
¿Quién es Alá?
Encuentro un panfleto en una mezquita donde, además de explicarme la igualdad de derechos de las mujeres, me explican, en español, pese a estar en Malasia, quién es Alá y cómo es la religión musulmana, bajo el subtítulo: “El Islam es sincero consejo”.
Me visto con ropas que cubren mi pelo y mis piernas y camino descalza. Me lavo los pies, las manos, la cara, mis brazos tatuados (algo que en el Islam, no gusta por que creen que es un atentado contra mi piel, pero que respetan y toleran), la boca y me siento a oír el sabor del agua, mientras mi amigo Pojie, que también se ha cubierto las piernas (los hombres también han de taparse en señal de respeto), canta sus oraciones.
Cuando vuelve, hablamos de religión y entre ambos, venidos de diferentes partes de mundo y culturas diversas, llegamos a la misma conclusión. El nacimiento de la religión fue un intento de enseñar cómo vivir a las sociedades, en una época en la que la cultura y el estudio se reducía a unos pocos. Cubrieron a sus mujeres para evitar que las violaran mientras les enseñaban que todos somos iguales y no podían utilizar a las personas como objetos a sus antojos. Las cubrieron para darles libertad y ser tratadas como individuos. Me llama la atención cómo, siglos después, cuando no voy cubierta, en mi propio país, en mi propia ciudad, soy tratada como un objeto de deseo, ninguneada y cosificada, cómo me hacen tener miedo y vivir aprendiendo a protegerme por que hay quienes, aún, no han aprendido a vivir a sociedad y a entender que NO pertenecemos a NADIE.
El otro día veía la película ‘Infiltrado en el KKKlan’, y sólo veía cómo el mismo discurso racial de hace 70 años, es el que hoy luchamos para hacer entender la igualdad de género. Ojalá llegue el día en el que las aberraciones diarias sufridas hoy, hagan llevarse las manos a la cabeza a nuevas generaciones en las que, como sucede por fin hoy con la cuestión racial, la cuestión de género deje, por fin, de cuestionarse.
Bajo el hiyab, mis formas, el color de mi pelo, mis labios, mi cuerpo desaparece de las miradas violentas, de los insultos (no son piropos), de acoso diarios, de los roces provocados, del sentirme intimidada sólo por llevar un género en mi piel. Al ocultarme, siento que me libera. Lo curioso es que no siento esa desigualdad aquí, sino que imagino esa libertad en mi casa, en Madrid, donde un simple paseo al metro puede ser una experiencia aterradora.
Cubierta me sentí libre y segura, ésta es la mayor injusticia. Han pasado los siglos y seguimos sin ser iguales. Llegará el día en el que no necesitemos cubrirnos, ni luchar, para ser simplemente PERSONAS, llegará.
Pasear por Melaka, me hace sonreír. Es una ciudad pequeña y enorme en su grandeza. La diversidad convive en la calle de la armonía, las religiones se toleran y respetan, su sociedad, poblada por personas tan diferentes, se sienten un mismo pueblo, por que han elegido elegirse y vivir juntos en paz.
Su independencia llegó hace apenas 60 años, dicen que el único color que sienten es el de su sangre. Son hermanos y así me reciben, como la familia que abre las puertas de su hogar al desconocido, para hacerle parte.
Paseo por sus calles sin sentirme intimidada, me siento tranquila e igual, pese a ser tan diferente a primera vista, soy una más, aquí el prejuicio, no tiene cabida.
Contemplo sus templos, sus colores, sus ofrendas. Degusto el sabor de sus mercados y feliz, recorro su río hacia el mar en un crucero que me transmite la historia de una ciudad invadida: Japoneses, holandeses, portugueses, británicos… y todos ellos han dejado aquí su herencia, por eso es hoy, Patrimonio de la Humanidad. Pienso en esto, mientras un cantante muy reconocido en Malasia y Singapore, me canta una de sus canciones de amor.
Como un helado de dorian, maíz, mermelada y chocolate en an brioche, mientras bebo bambú y mastico dulces de coco y azúcar. Disfruto del street art que rodea el río y descubro la historia de amor del guerrero más famoso de la ciudad: Hang Tuah. Me emociona tanto, que hasta he visto la película… es una maravilla malaya.
Entre templos, una estatua de un culturista sonríe entre una vaca, un dragón y un elefante, son los símbolos de la ciudad, especialistas en body building. Melaka me hace sonreír, es inevitable amarla con cada poro de la piel.
Descubro sus monedas, sus piedras, la madera de su selva, me hablan de sus aborígenes, subo a un barco varado, a una avioneta de principios de siglo, me alzo en el fuerte cuya cruz es una veleta, oteo la casa del sultán, me como media reserva de provisiones de la ciudad y respiro el mar turquesa que resopla en la distancia.
Duermo en un hotel boutique compuesto por hermosas villas tradicionales malayas, en el Far East Hospitality hotel, donde no se puede fumar, ni comer dorian ni mangosteen. Termino el día flotando en la piscina, sin poder ver las estrellas, bajo el cielo nublado de monzón y respiro el aire, cierro los ojos. La posibilidad eriza mi piel y sonrío. Melaka me hace sonreír.
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Bienvenidos a Taman Negara – Estamos en la Jungla
Volver de Singapore a Malasia y subir hasta Taman Negara en autobús, es una auténtica penitencia de transbordos y nocturnidad. Dos autobuses, dos check point, la desorganización de los autobuses malayos, tres sillas como refugio en un McDonalds 24 horas, un transfer, otro autobús y un coche, hasta llegar a la que sería mi morada en la jungla, el hotel Han, en Kuala Tembeling.
Han nos recibe con su sonrisa inmensa, nos lleva de paseo por su resort, mientras me va pelando rambutanes recién recolectados y sus empleados preparan la cena buffet: pescado con salsa de dorian y pollo frito, arroz, tés, plátano frito…
Me cuenta cómo quedo devastado todo el resort cuando el río se desbordó creando una inundación de más de 90 metros de profundidad. No llego a imaginármelo, cuando miro alrededor y me veo entre las copas de los árboles. Me acompaña paseando, mostrándome los diferentes tipos de plantas y explicándome cómo vive la gente de la jungla, los que son aborígenes protegidos y los que intentan converger entre el ayer y hoy. Señala un árbol y en las alturas, veo la fruta del Rey que pende orgullosa. “El dorian decide cuándo caer, él regala su fruto a quien lo merece”, acto seguido el gordo dorian se desprende y cae con sonoro estrépito hasta el suelo. “¿Ves? Éste es para ti”. Me lleva de la mano, lo cogemos del suelo y lo parte con un cuchillo inmenso que no había notado que llevaba en su cinturón: “Prueba”. Es la primera vez que como dorian. Su olor invade y abro la boca. Su sabor es dulce y su textura cremosa. Lo devoro sin decir palabra partida de risa, acompañando las sonoras carcajadas de mi nuevo amigo Han: “Tu no eres turista, tu perteneces a la tierra”. Sonrío. Mucho. Sonrío, muchísimo. Lleva razón, todos lo hacemos.
Comenzamos las excursiones con una visita en una de las barcas típicas de la zona, cruzando el amplio río que atraviesa la jungla en la que habitan elefantes libres y panteras negras, tapires, insectos y monos, aún hoy, camino al pueblo aborigen Orang Asli Village.
En él, veo como viven de forma real éstas personas, las únicas aún autorizadas para cazar en la jungla con sus dardos envenenados, de hacer fuego sobre la madera y de pescar en su río. Viven ayudadas por el gobierno y los voluntarios, son nómadas y su forma de existir y resistir, mantiene vivas sus tradiciones, su historia y su cultura, defensores de la naturaleza, en un país, en el que la deforestación es una realidad en pro del cultivo de palmeras, tan demandadas en Occidente. Ellos se encomiendan a la tierra, tienen su propio idioma y su propia religión, viven a caballo, entre quienes fuimos y entre quienes volveremos a ser.
Dejamos caer la noche y nos adentramos en la jungla en busca de su fauna: arañas, elefantes sigilosos a lo lejos, hormigas gigantes, serpientes camufladas, ciempiés, milpiés y hasta un escorpión fluorescente. Acostumbro mis ojos a la luz de la noche, a las estrellas, a la luna que se cuela entre la copa de los árboles. No siento miedo rodeada de ruidos que desconozco, sorprendentemente, me siento en paz.
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Amanece en la jungla y entre una motillo desvencijada y unas bicis oxidadas, recorremos los pueblos de ésta zona, con tiempo de pararnos a hablar sin prisa con sus aldeanos, probar su pescado, bañarnos en el río, oler la jungla, escuchar su voz y paramos a beber té tari en varias rondas.
Taman Negara es calma y mirada introspectiva.
Toca proseguir mi aventura, camino a Tailandia, mi siguiente destino.
#6países60días para demostrar que #ViajarNoTieneGénero
Seguimos adelante.
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Te espero en Tik Tok!!! @Woman_Word y en Peoople con mis mejores recomendaciones @womanword