Viajar a Kuala Lumpur, Malasia para nosotros, Malaysia en internacional, desde España, supone toda una aventura. Para empezar mi viaje, volé desde Madrid a Málaga y tras dos días en la ciudad, volé a Doha. Varios incidentes culturales después (incluyendo un WC con manguera, un hombre llamándome “puta” a la cara por preguntarle la hora y una sala de espera de cristales tupidos sólo para mujeres), hice escala hasta Bangkok, donde tras un shuttle con sello de Mickey como aval después, pude recorrer la ciudad desde un aeropuerto hasta otro, para volar, sin dormir entre aviones, hasta Kuala Lumpur.
Treinta horas después, llegaba a mi destino, aún de día, sintiendo que el día que amanecía en Málaga atardecía en un país de Asia, por primera vez, mis pies cruzaban esta frontera y lo hacía sola.
Meses de producción hicieron que mi llegada, pese a estar muy cansada físicamente fuese agradable y llena de ilusión por éste mundo nuevo que se abría ante mí cargado de sorpresas. A mi encuentro, el maravilloso Hafiz, súper fan de Mariah Carey y mi conductor en coche de lujo, on la compañía Hantarr.com, desde el aeropuerto hasta mis hoteles pertenecientes al grupo Cloverr.asia Con las mejores vistas a la ciudad, disfruto en la infinity pool del B&B de lujo: The Face Platinum Suites KLCC y después, con un jacuzzi en las alturas y vistas espectaculares a la KL Tower, en The Cloverr Robertson. Si buscas dónde quedarte, mira mi vídeo, no hay mejor opción:
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Un paseo por el centro: La ciudad que crece en vertical
Lo primero que descubro de Kuala Lumpur es el resonar de su llamada a la oración. La ruidosa calle se silencia y el eco de la voz con su cántico que embelesa, la abraza por un instante y todo ese furor parece enmudecer al cambiar la mirada al exterior, por los ojos cerrados y las manos en el pecho.
Llegan los primeros dulces, el pescado, las frituras, el dorian, el mango, el rambután, los noodles y el picante acontecen entre mis vírgenes papilas gustativas.
Tras un baño nocturno entre las luces de la ciudad que se reflejan en la piscina del ático, me duermo en una cama enorme y desconocida, la primera que mecerá mis sueños en éste periplo asiático que comienza.
Por la mañana, llaman a mi puerta con el desayuno, mi amigo Pojie, un blogger de viajes malayo y su inseparable compañera Neysa, también periodista de estilo de vida y manager de influencers. Sí, Malasia vive a la última moda.
Descorro las cortinas y encuentro la ciudad frente a mí, desde las Petronas hasta la Torre de la ciudad, tan parecida a nuestro Pirulí.
Paseamos por la KL City Gallery, la KL Tower Sky Box y el KLCC Park, cruzando su bosque de piñas. Paseo desde el centro de convenciones y el palacio del Sultán, desde los lake gardens a la plaza Merdeka. Formo parte de un rito de purificación de sus ídolos en el Sri Mahamariammam Temple, aprendiendo todas las diferentes religiones y culturas reconocidas en éste país, todas oficiales, ejemplo de convivencia y armonía y una maravilla en calendarios marcados por todas sus festividades.
Un grupo de estudiantes me para en la calle, justo enfrente del Masjid Jamek. Con amplias sonrisas para, por primera vez, pedirme una foto sólo por ser occidental. Acepto encantada, me dicen que es un símbolo de bienvenida y me lo creo. Sonrío, cruzo los dedos en forma de corazón, costumbre importada de Corea y súper de moda entre los adolescentes asiáticos y poso a lo Beyoncé.
Sonrío y me parto de risa cuando me visualizo bajo las Petronas y recuerdo a la preciosa Zeta Jones y la película en la que las cruzan sin temor. Paseo por su centro comercial interno, las contemplo desde su base y corro alrededor del parque que las rodea, sin parar de contemplarlas. Mientras mi amigo reza a la oración, paseo por sus piscinas públicas y gratuitas, veo una fuente con forma de ballena que salta y me siento entre los árboles de los fantasmas, conocidos como los árboles de los dioses en Tailandia, país vecino, refugio de sus ídolos en la sangrienta invasión. Cambios de cultura a tan pocos kilómetros, pienso, sin darme cuenta de que yo misma vengo del otro lado del mundo y me siento tan cómoda, comiendo pieles de pollo y bebiendo té de arce, como mis amigos, como si lo hubiese hecho durante toda mi vida.
Paseamos de centro comercial en centro comercial, el calor es tan asfixiante, que las calles se comunican entre ellos, como excusa para disfrutar del aire acondicionado. Pienso en el calentamiento global mientras, en plena calle, en un puesto de arroz envuelto en hojas de palma y pollo frito, seco mi sudor con la manga de la camiseta.
Desde la blanca y preciosa estación de tren, pasando por el mercado de Petalin y Bukit Bintang, hasta China Town, sus colores, su bullicio y los olores diferentes. Color, Kuala Lumpur es puro color.
Me arrodillo en el Sin Sze Si Ya Temple y escucho las diferentes formas de vestimenta según templo y religión (puedes verlo en mi vídeo).
Cogemos el coche y ponemos rumbo a las Batu Caves, las cuevas de Batu, rodeadas por el río. La zona natural de la ciudad, donde los templos hindúes se llenan de color, los monos saltan divertidos y la naturaleza lleva a la reflexión y la calma, esa que vibra calentito por dentro.
Subir las escaleras bajo la mirada del ídolo del dinero de 43 metros de altura, es toda una experiencia que querrás reconfortar al volver a la base con un zumo fresquito de coco. Para entrar, manga larga y cubierta hasta la rodilla.
Entre sus templos, descalza, sufro mi primera crisis animal, desde lo más elevado a tener cuatro pies en la tierra: Tras ver una rata que me llegaba por la rodilla, piso un pis de mono, mientras su propietario me mira divertido mordiendo una alfombra. Los ojos en el corazón.
Para cenar volvemos al centro. Las luces de la ciudad ya se han encendido y no hay nada mejor que acudir a la concurrida Jalan Alor, sus peces frescos, la posibilidad de beber cerveza (¡por fin!) y la música en la calle. De postre, zumo de dragon fruit y helado de dorian del McDonalds, impresionante.
Con un ministro electo que ronda los 94 años, ésta cultura se basa en la escucha, el compartir la mesa y la calma pausada que convive con la rápida eficiencia del presente. Educados, siempre tienen tiempo de saludar, preguntar qué tal y escuchar a quién se dirige a ellos.
Ésta cultura que respeta a todos sus habitantes por igual: Malayos, árabes, budistas (hindúes y chinos) o cristianos, bebe de las influencias de la historia: británicos, daneses, portugueses, japoneses y hasta españoles, por la cercanía con Filipinas.
Adoro pasear por sus calles y encontrar en ellas, músicos callejeros, hípsters, locales tradicionales, centros comerciales, puestos callejeros, mesas y sillas desordenados, templos de todas las religiones en la misma avenida, colores, olores y sonidos por doquier.
#VIAJARNOTIENEGÉNERO
En Kuala Lumpur, las mujeres eligen qué religión seguir, las árabes llevan su pañuelo a la cabeza, de forma tan colorida y estética que lo combinan con hermosos alfileres, pantalones, chaquetas, vestidos amplios, miles de colores, estampados y elegancia. Su vida es absolutamente igual a la de las mujeres occidentales y el resto, son prejuicios que llevamos en nuestra maleta. Pesan demasiado. Déjalos ir y sigue leyendo, me he vestido con sus propias ropas para entender sus sentimientos y he sentido libertad, no opresión, mucha más libertad, presencia como individuo y reconocimiento como persona, que la que siento viajando en el mismo metro de Madrid o volviendo a casa de noche.
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CONSEJOS PARA VIAJAR A MALASIA
Desde Kuala Lumpur, recorro el resto del país y aprendo algo básico para viajar cómoda:
– Lleva siempre faldas, pantalones largos o /y pañuelos que puedas utilizar para tu pelo, brazos y piernas
– Lleva contigo papel higiénico y toallitas
– Usa tus propios cubiertos y tus propias pajitas de papel contigo. En muchos establecimientos la sanidad no está muy desarrollada. Nunca bebas agua del grifo. Los platos y vasos suelen lavarlos en palanganas llenas de agua del grifo, sobre todo en los puestos callejeros donde ¡debes comer!, son una delicia, pero protege tu estómago. Usa pajitas (y que sean de papel, amamos la tierra)
– Atado a tu bolso: higienizante de manos, no en todas partes vas a poder usar un lavabo y créeme, al comer con las manos y andar descalza, vas a querer usarlo a menudo.
– Prepárate para no beber alcohol, estamos en un país musulmán
– Sé respetuosa/o con la cultura que acontece ante ti, adáptate, forma parte de ella, pregunta, observa y disfruta.
– Trae muchos adaptadores, los enchufes aquí cargan más lento, vas a necesitar uno por cable si en una noche necesitas cargar teléfono, portátil y cámara.
– Crema de sol, de manera constante y si te pican, ¡antimosquitos!
Descubre las afueras de Kuala Lumpur: ME CUELO EN UNA BODA MUSULMANA
Visto kebaya y hiyab en Kuala Kubu Bharu y me honran con la invitación a una boda musulmana.
Me aceptan y me abren las puertas de su casa, me visten con sus trajes tradicionales de fiesta y me enseñan todas y cada una de sus tradiciones con cariño y calma. En ningún momento me piden que me cubra el cabello y con un amor infinito, me enseñan su comida, a comer con las manos, sus jugos, a orar y hasta a preparar sus dulces de coco, arroz y bambú.
Me siento junto a la novia mientras termina de maquillarse sus largas pestañas y me fijo en sus dedos de manos y pies cubiertos de henna. La miro inocente y le pregunto qué siente: “Estoy cansada”, me dice entre risas, “cansada y muy feliz”. Me acaricia dulcemente la cara y sonrío, ella exhala verdad.
Los asistentes a la boda, familiares y amigos, acogen a esta española de pelo rubio y ojos azules como a una más. Dejamos los zapatos en la entrada de la casa y nos sentamos en la alfombra, pasamos al photocall, cortamos la tarta y cantamos canciones típicas.
Aquí, la novia espera ataviada con su vestido al novio en la que va a ser su futura casa en común. Él, también de blanco impoluto y con una espada de madera en el cinturón, se aproxima seguido de las familias hasta ella, ambos se cogen de las manos, se miran a los ojos, sonríen y se reverencian el uno al otro. Tras esto, pasan de la mano a su nuevo hogar y todos les seguimos en silencio, sonriendo de pura felicidad ajena.
El regalo es solo para las invitadas: Un vaso de cristal, para beber a su salud.
Tras la boda (toda la experiencia en el vídeo), vamos a un barrio de pescadores, donde compramos galletas, comemos pescado del río en salsa picante (una delicia) y compartimos una tarta de mango.
Visito su mezquita perfectamente vestida, con el pañuelo tradicional al pelo, pantalón largo, chaqueta de lino y los pies descalzos.
Después, me lo quito todo y me baño en el precioso mar de la china, donde arrastrada por su fuerte corriente, contemplo la selva y los monos que bajan a bañarse en su orilla.
Malasia es una tierra extraña y hogar a la vez. Donde sus locales te piden fotos y se mojan los pies con camiseta y pantalones, no se bañan, muchos de ellos no saben nadar a pesar de vivir en una isla. El mar es poderoso y reverencian sus oraciones entremezclando sus templos y sus culturas en la naturaleza que les arrebata y les brinda.
Éste nuevo país ha enamorado mis sentidos y descubro que es el mejor comienzo que podría tener: La paz, la calma y la amistad desinteresada de quienes hoy, caminan a mi lado.
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¿Más? ¡Claro!
Para estar siempre conectada retransmitiendo mi viaje en directo, el wifi portátil de Roaming Man.
Más en mi instagram: @woman_word Todo mi viaje en destacados: Kuala Lumpur y en #WOMANWORDinMalaysia
Sigue leyendo sobre Malasia: Penang, Melaka, Taman Negara y Langkawi.