Narrativa: Mi corazón de viaje

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Como cantó el poeta: 

Mi corazón de viaje…

Me llamo Rocío, dice mi padre que eligió mi nombre por la transparencia cristalina del agua que cada mañana despierta al mundo sin límite y sin frontera.

Puede que arraigada por esta creencia que alberga el globo bajo ese agua perlada de mis pasos, mi oficio se haya construido de la misma manera que mi nombre, a través de los caminos: Viajo por el mundo.

El mundo se ha transformado en mi hogar y me siento en casa en cada trayecto recorrido. Con mi cámara y mi maleta azul, viajo por el mundo y escribo mis textos de narrativa, reportajes diferentes a los Juan José Millás, relatos basados en la realidad de mis días, vídeos sin filtro y dinamismo e imágenes que retratan cada aventura.

La web, youtube y las redes sociales son mi ventana a ese todo por descubrir, el lugar desde el que abro una mirada hacia lo que ven mis ojos y siente mi alma y lo comparto, sin filtro, con naturaleza y narrativa, con paciencia y apasionada, lo comparto fluyendo como el agua, allá donde la luz refleja y resuenan acordes de guitarra. Donde las alas dan impulso a los pies viajeros, donde las fronteras se borraron a través de las canciones.

Siempre digo que el mundo son personas. La realidad sin política es que no existen fronteras. Cuanto más viajo, mejor comprendo que somos todos iguales, misma raza humana, hermanos, unidos con una sonrisa sincera que borra las diferencias y anula la distancia.

Es por ello que recuerdo las ciudades y los lugares que he vivido por las personas que me han mirado a los ojos en cada uno de ellos. He realizado 173 destinos en los últimos tres años y en todos ellos me he sentido en casa, hasta cuando no hablaba el mismo idioma, incluso aunque ningún idioma conocido me uniese en lengua a quien tenía delante, algo conseguía que no hiciesen falta palabras comunes para entendernos.

Sentir el alma de quien tienes enfrente es suficiente, sin prejuicios, sin ideas, sólo estando ahí, delante, observando, con y para, quien se alza frente a ti, como cuando viví con una familia de beréberes en el Alto Atlas, allí donde ni la electricidad ilumina las noches, pasaba los ocasos frente al fuego escuchando las historias que, en tiempo pasado, enmarcaban las altas cumbres que nos aislaban del mundo entendiendo cada palabra desconocida como si algo más elevado nos uniese en comunicación a pesar de todo.

Así, cada vez que me enamoro, busco mis mapas en la mirada que me contempla y pregunto: “¿Cuándo nos vamos a recorrer el Amazonas? ¿Cuándo a cruzar Argentina en furgoneta? ¿Cuándo pasearemos por la selva en Costa Rica y nos bañaremos con ballenas en Panamá? ¿Nos subimos al Machupichu y saludamos al mundo desde lo más alto del cielo, en el corazón del Cosco?- y sonrío esperando la respuesta de quien quiera dirigir sus pasos junto a los míos en esta forma de vivir que me define- ¿Cuándo?”

Él, otro él, recién llegado a mi vida a través de una brújula que marcaba un destino diferente, respondió: “Grandes sueños…”

¿Sueños? No entendía sus palabras ni el mis ganas. No eran sueños sino planes. Yo no sueño la vida ya que un día decidí vivir mis sueños. Supe en ese instante que mi maleta ya estaba preparada para volver a andar.

Rocío Pastor Eugenio

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