Tokyo en tres días: Qué ver, Qué hacer, dónde ir

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Tokyo en tres días puede parecer una carrera a contra reloj y lo es, pero la ciudad es tan espectacular, que no querrás parar ni un segundo de saborearla. ¿Comenzamos? 

Éste es el vídeo reportaje con toda mi aventura en la ciudad japonesa por excelencia: Tokio

Japón ha formado parte de mi aventura #VIAJARNOTIENEGÉNERO en la que he recorrido 6 países en 60 días.

Para descubrir la ciudad en tres días, lo más importante es no perder el tiempo. Saber dónde ir, qué hacer, qué visitar y dónde comer, nos ayudará a recorrer Tokio por completo disfrutando de la visita y empapándonos de ese sabor que exhala entre la tradición, la modernidad y la doble moral.

Todo mi viaje ha sido compartido en directo en mis redes sociales. Puedes ir a los destacados de mi bio de instagram @Woman_Word y pasar las burbujas con las diferentes ciudades y temáticas a la izquierda hasta encontrar la de Tokio o hacer click aquí.

Cuando me monté en el avión que me llevaba desde Kuala Lumpur, terminando así con las tres primeras partes de mi viaje, hasta Japón, para iniciar la ruta de la seda volando hasta Tokyo, dos amables japoneses se sentaron a mi lado. Con cariño, dibujaron palabras en una postal malaya que me regalaron junto con su nombre, el mío en su idioma y sus números de teléfono. La hospitalidad se reunía conmigo mientras compartíamos un té tari entre las nubes y aprendía los primeros pasos de una nueva cultura: Se habla bajito, no se tocan, sonríen aunque no entiendan o estén en contra, dibujan todo a modo de explicación, de consulta o duda y se ocultan, bajo mascarillas o amplios flequillos y desde sus caparazones, salen tímidos a descubrir el mundo o, en este caso, a una periodista rubia y descarada del otro lado del mundo.

Llegué a Japón mal acostumbrada. Venía de jugar con el mundo en Malasia donde me permitieron ser periodista y formar parte, tocar, oler y entrar hasta la cocina formando parte de sus costumbres de forma real, como un niño con mil preguntas que aprende todo por primera vez. En Japón la cosa es distinta. Aquí no se juega, aquí no se pregunta, aquí no está permitido salirte del molde establecido, ni hablar, ni mostrar lo que sientes. La censura rige sus pasos y el choque para mí, fue grande y extremo.

Conocer una cultura con cadenas no es algo que una periodista pueda gestionar. Así, intenté acercarme lo máximo posible, sin molestar, poniéndome de puntillas para, desde el alféizar, poder contemplar la vida que acontece.

Sigue leyendo para encontrar toda la narrativa de mi viaje y los mejores tips, además de los reportajes gráficos en dos galerías dentro de éste mismo post.

Cuando llegué al aeropuerto, tras aterrizar al ras del mar, tan cerca que parecía poder saludar a sus pescadores, los carteles ya me recibían en dos lenguas y el WC me permitía la primera verdad reveladora de éste país: no se tocan el culo ni para limpiarse. Diferentes chorros emanan desde el interior de la taza, con diferentes potencias y aire calentito para el secado. Se lavan las manos sin tocar el grifo, todo aquí anda automatizado, pero no existen ni los secadores de manos, ni las toallas de papel, ni el papel de WC ni las papeleras y me pregunto si será debido a su máxima hipocondria.

Al salir, mi amiga, la periodista japonesa Yuka, me esperaba con los brazos abier… no, con los brazos pegados al cuerpo y una media torsión espinal en sentido vertical. La abracé rompiendo las fronteras y ella no tuvo más remedio que partirse de risa y devolverme el abrazo.

Cogimos un taxi negro, de estilo británico, cuyo interior estaba acolchado con una funda de ganchillo como las que hace mi abuela la de Córdoba. Llegamos a su casa en una tranquila zona residencial de Tokyo donde los altos edificios ya brillaban con neones y publicidad y las tabernas desprendían un sutil olor a ramen, pescado, cerveza y sake. En su hogar, el tatami preside y los zapatos quedan a la entrada. Dos cervezas, un bol de ramen de gambas y diferentes ofrendas y símbolos tradicionales japoneses colocados de forma estratégica me daban la bienvenida.

Mi primera noche en la ciudad fue cálida y pude dormir a pierna suelta rodeada de unos peces de papel que simulaban una pecera, un fantasmita colgado en la ventana pidiendo por la buena fortuna y una vela eléctrica llena de flores embalsamadas en silicona.

Amanecí descansada y con el olor del fuerte té verde que beben aquí entre las fosas.

Comenzamos la aventura descubriendo su barrio, los mercados locales con los productos sin traducción, el absoluto silencio en las calles abarrotadas y el murmullo de los anuncios de publicidad y las pantallas que los sostienen por doquier.

Compre la Suica para viajar por el metro, el bus y el tren, siempre pagando en cash, dado que las máquinas de la estación no aceptan Visa y me sorprendí al descubrir que, por primera vez, llegaba a los agarres que penden de las alturas en los vagones. Cuando la población tiene como altura media el 1’60, la vida es más sencilla para alguien como yo.

Mi primera vista fue la torre de Tokyo y mi primera visita fue el mercado de pescado. Sus aromas, las colas infinitas para pasar a comer sushi recién hecho en pequeñas tabernas de madera con cocineros concentrados en cortar y servir, los diferentes puestos de comida y los restos de pescado tirados en las calles, supuso un contraste con la pistola ciudad que iba a encontrar a partir de entonces.

Un helado de matcha, una soda y Ginza a nuestros pies. Del teatro de hombres al de mujeres parando en cada calle, los templos budistas y su negativa a dejar pasar a personas con tatuajes y piercing en los baños públicos tradicionales.

El enorme Palacio Imperial, sus jardines Hama Rikyu, el Edo Castle, el Hibiya park, la estación de Tokio y su famoso reloj diseñado por Miyazaki, para llegar a Character street con sus miles de personajes de manga y series de Tv y Ramen St. con sus restaurantes en los que pagar con una máquina expendedora, ambas suábterrneas. Salir para descubrir el Tokyo International Forum y seguir paseando por todos los maravillosos lugares que puedes encontrar en mi vídeo de YouTube con la ruta completa día por día y terminar viendo a Gozilla en el Broadway japonés cenando bajo las vías del tren en Izakaya.

Sigue leyendo tras el reportaje gráfico. Desliza hacia abajo.

Mis dos siguientes días en la ciudad se vieron dominados por el aviso de tifón y la leve lluvia que empapaba las calles y aterraba a sus ciudadanos.

De Ikebukuro a Ueno y de aquí paseando hasta Akihabara. El hermoso templo Senso-Ji, el silencioso barrio de las geishas, Asakusa y Sumida, pasando bajo Kaminarimon comiendo galletas de arroz compradas en Nakamise.

Sumida Park y el skyline con el sky tree y el dorado edificio de Asahí sobre el río Sumida (cuyos fuegos artificiales tradicionales fueron cancelados por un tifón que nunca llegó), el puente Azuma-bashi y parar a comer enKappabashi-dori, con sus graciosas tiendas de réplica de comida en silicona, con las que decoran todos los restaurantes y cafeterías de la ciudad.

¿Llega la hora del Shopping?

Entonces hay que pasear por el bulevar más chic donde las mejores tiendas tienen cabida y el estilo se palpa en las calles: Desde Omotesando a Harajuko, girando en el Tokyo Plaza y sus escaleras mecánicas construidas bajo una cristalera geométrica que hará el goce de los instagrammers, en ésta calle comienzan las rebajas y miles de japoneses gritan (por primera vez), anunciando sus gangas.

Cuando veamos una puerta colorida cargada de muñecos, sabremos que hemos llegado a  Takeshita-dori, la calle de las tribus urbanas, sus colores, caramelos, tiendas de moda naif y manga y sus controvertidos cafés de gatos, búhos y perros. Para terminar el día bebiendo y cenando en el roof top beer garden, donde los japoneses suelen dejarse ver en verano.

Día 3

Un paseo bajo la lluvia, agrada a cualquiera. Con mi paraguas rojo, comienzo mi último día en la ciudad recorriendo Shinjuku, Kabukicho, el barrio rojo de Tokio, el hermoso parque Yoyogi y el Santuario Meiji, donde aprendo las costumbres de los Toris y cómo purificarse (¡¡Todo en el vídeo!!), Harajuko y Shibuya, más allá del famoso cruce y el barrio de luces, Karaokes y publicidad, un barrio hip espera nuestra visita. Boutiques, peluquerías y restaurantes y cafeterías de ensueño, se abren paso entre gaeíaler ídem arte donde degustar la mejor comida de Tokyo paseando por Tsukishima.

Para terminar, un choque cultural en el barrio más freak: Akihabara y descubrir el manga más brutal y la doble moral entre lo que no se debe hacer y todo lo que se hace y se oculta verbalmente aunque después, se haga a todo color y sin prejuicios a los ojos de todos los demás: maids, hentai, prostitución, peep shows…

Tokyo es una ciudad que palpita entre la tradición, la represión, el machismo y la modernidad más cosmopolita. Trata de encontrar su lugar y sus ciudadanos cada vez con más fuerza, desean comenzar a romper las cadenas que les atrapan y constriñen.

Desde luego he aprendido muchísimo de ésta ciudad, de sus tradiciones y de su presente y me queda una sensación de amargura y falta de sinceridad y transparencia. Sin duda, una experiencia diferente e interesante.

Nos vamos a Kyoto.

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