Feliz día del Padre, papet
Cuando pienso en cualquiera de los viajes que realizo, pienso, irremediablemente, en mi padre.
El Señor Pastor me crió cantándome y contándome historias de una niña aventurera que no tenía miedo de nada. Explorábamos caminos, subíamos montañas, bajábamos laderas y reíamos sobre un mundo de posibilidades que conocer sin más mapa que unos ojos tan abiertos como el corazón que los acompaña, ávidos de conocer, de participar y de ir más allá.
Así crecí, jugando a ser una Rocío Jones, una Indiana Ro y después, una WOMANWORD entrometida que construyese caminos y borrase fronteras.
Hoy me dedico a viajar. Vivo experiencias que me sacan de mi zona de confort cada mes y en cada una de ellas pienso en mi padre, en sus letras y en su impulso.
También pienso en él cada vez que voy al aeropuerto o a la estación y cada vez que vuelvo a ellas. El camino que me separa entre mi hogar y mi próximo destino en ida y vuelta lo recorro siempre junto a él, repasando maleta, comentando detalles de cultura inquieta sobre el nuevo lugar que me aguarda y aprendiendo junto a él, mi chófer incansable, en nuestros pequeños momentos, al ir, emocionada y al regresar siempre sin voz y con grandes ojeras.
Mi padre es mi viaje.
Cuando viajé a Puerto Rico me enseñó la canción que abría los corazones de quienes en la isla habitan. Cuando estuve en Florencia y viajé a Pisa recibí un mensaje de humor absurdo en el que se mofaba de la lateralidad de la torre a causa de haber sido construida: “muy depisa”. En Cuba, la salsa; en Miami, el son; en París, bocetos; en Noruega, leyendas; en Nueva York, bohemia; en Barcelona la música alternativa; en Granada, historia; en Milán, durante mi estancia en la Fashion Week, un chivatazo: “ve a isola Bella”. En Cáceres, tierra de sus antepasados, compartimos maleta y descubrimos tierra fértil, alegres ríos, frondoso verde y gastronomía de ensueño.
Si tuviera que elegir un día del año en el calendario para festejar con él la vida, elegiría, sin duda, el día del padre en posesión extensible a 365 y le llevaría conmigo a descubrir una ciudad que aunase todo lo que el adora: la música, la comida y las historias. Laúd en mano y versos en rapsoda, viajaría con mi padre a la magia de Estambul, como regalo perfecto, encontrando un centro de operaciones cómodo, elegante y personal para, descansados, recorrer una ciudad atractiva y emocionante a través de sus teterías, sus puestos callejeros, sus museos… Para a recorrer sin prisas sus parques, cantando con los artistas que nos cruzásemos y escribiendo historias con los colores de sus días.
Aún recuerdo su: ”¡¡¡ROCÍO, cómo no me hagas caso te va a estorbar el cielo pa’ dar la vuelta!!! Que no le haces caso ni a tu padre!!!”, solía regañarme ante mi desobediencia. Por supuesto, seguí sin hacerle caso y así sigo muchas años después. Sus palabrotas y sus palabras elevadas, sus miradas de cariño y su mano tendida. Sus poemas y su guitarra día a día. Me enseñó a crecer libre, irreverente, incorregible, traviesa, astuta y contestona. Me ha preparado para luchar contra el mundo, para amarlo y me ha enseñado a volver a casa cada vez que necesito cobijo y abrazo.
Un hombre que me ha educado en la igualdad y me ha enseñado cómo crecer entre la magia del sueño y la certeza de la posibilidad. De alguien que me ha educado sin género, que me ha hecho saber el valor de mí misma, que me ha aportado la tolerancia de la cultura, la fuerza del arte, la armonía gastronómica, la paciencia de los mares, la lírica de la música y el ritmo de la palabra; que me recuerda en cada paso que está a mi lado, creyendo en mí y que me acuna susurrando versos que llevan mi nombre.
Por que el mejor viaje, ha sido la vida y él me ha enseñado a vivirla.
Te quiero papá, al final si que dimos la vuelta al mundo cruzando el cielo, pero lo hicimos de la mano.
Feliz día del “papet”, a todos los padres maravillosos.