Dicen que en Alentejo el vino es más barato que el agua. Es la primera frase que acuñan a nuestra llegada al aeropuerto de Lisboa seguida del anuncio de que estamos a punto de descubrir un lugar donde el sol brilla durante 300 días al año.
Emprendemos viaje en furgoneta atravesando amplios ríos que confunden en su reflejo con la inmensidad del mar, bosques, plantaciones y senderos. Dejamos atrás la algarabía de la ciudad para, rumbo al sur, aspirar el aroma del salitre que baña éstas tierras.
Pescado y vino, Atlántico y montaña. Escasos kilómetros en diferencia e historias de lucha y superación entrelazadas. Caminamos por la Rota Vicentina, su belleza y su diversidad entre leyendas, alojamientos y ecología, en turismo rural y activo donde la naturaleza prima y el encanto embriaga en atardeceres que prometen y posibilidades que acontecen.
Dicen que la mejor época para recorrer los 450 kilometros que describen el Suroeste de Portugal tiene lugar desde el mes de Septiembre hasta el mes de Junio. Caminando, en bici o a caballo por el Parque Natural de la costa Vicentina y el Suroeste de Alentejo, desde el interior al mar, en tres circuitos diferenciados:
1 / Historical Way
230 kilómetros y 12 secciones o etapas describen esta rota desde el Atlántico hasta la sierra respirando el bosque mediterráneo, siguiendo las pistas de las nutrias, el caminar de sus ánades, sus puentes altísimos, los pasos del ganado y cañones femeninos de piedra gris y agua en recorrido.
Desde Pego das Pías hasta Odemira, comiendo arroz caldoso y sobremesa (postres) caseros en el restaurante A Ilha, frente a Pessegueiro, donde su dueña siembra en la mirada arrugas que describen los cuarenta años que lleva con el delantal al cuello y la sonrisa pintada en su cara.
Otra de sus etapas puede hacerse a caballo descubriendo el dulce de tomate, el diseño rural y cosmopolita y la calidad de la tierra a lomos de ‘Mimosa’, en Heredade da Matinha.
Para dormir y cenar ausentes del mundo, Naturarte, el ladrido de los perros entre montañas, los grillos y el aroma del bosque que relaja y da los buenos días, cuando a través de los amplios ventanales de madera de sus pequeñas casitas de arquitectura tradicional, el sol acaricia y el zumo de naranja natural espera sobre la mesa.
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2 / Rota Circular
Con ocho etapas y 123 kilómetros: Santa Clara, Almograve, San Luis, Troviscais, Saboia, Bordeira y Carrapateira, nos llevan de los bosques mediterráneos al volar de las aves, el día a día de sus pequeños pueblos, la luz de sus aguas en embalses y el sabor del mar en su cocina.
En esta etapa, Magdalena Victorino, coreógrafa y enamorada de Alentejo, comparte con nosotros su pasión por esta tierra.
Desde su elegante forma de narrar con el corazón en la mano, nos cuenta cómo el arte reside en todos nosotros: “La mezcla de artistas de todas las disciplinas con la comunidad crea expresiones que unen. La danza ha de saltar desde el palco hasta la vida. El arte da paz y crea perspectiva, nos aporta esperanza”.
Y eso mismo es lo que ha venido a transmitir a la Rota Vicentina. Ella descubre a través de la danza los cuerpos, las personas y sus formas de vida. Nos lleva hasta el fin del mundo, el más vivo que descubre y describe el exterior, para hacernos sentir cómo la soledad nos permite mirar en nuestro interior para hayar algo superior que nos permite relativizar y aprender que el ruido que nos aísla no describe nuestra vida.
En la sierra, por la que paseamos junto a ella, pequeñas casitas pintan de blanco el verde del entorno. Separadas, se yerguen fuertes, solas, tranquilas conviviendo con su todo.
Tierra dura y amor al paisaje. Vacas y pastores, cerdos y queso. Alcornoques y olivos. En esta zona, cultivan el trigo, aislados, entre la sal del mar que seca el terreno, la sequía del verano y el frío del invierno. Sierra, subsierra, charneca y valle. Cuatro terrenos hasta llegar al último de ellos, donde la gastronomía ofrece verduras y judías, plato típico de la región.
Tras un trekking por caminos de arena, llegamos a la casa de Odette, quien comparte con nosotros su aguardiente, nos muestra su molino, su hogar y la que fuese escuela de los niños que habitaban estos montes.
Para comer, nada mejor que un bañito en el embalse de Santa Clara y un almuerzo en la Pousada de Santa Clara-a-Velha, con las mejores vistas del valle.
Caminando por Boavista dos Pinheiros, desde Arratel al precioso pueblo de Santa Clara, lugar de paz que calma en sus silencios y recibe con la bondad de sus gentes. Ver atardecer desde el embarcadero de su lago que da salida al río Mira entre preciosos verdes de aguas mansas es una parada obligatoria en estas tierras.
Para cenar, dormir y despertarse en paz con el mundo, mano a mano entre la tarta de manzana y el muesli casero, Luis, cantante de fados, nos recibe en la Quinta do Chocalhino, finca centenaria, donde su familia ha marcado el surco del tiempo y sus cuatro burritos abrazan a todo el que quiera acercarse hasta allí. El punto estrella es el poder recolectar tu comida en sus tierras para degustarla después.
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3/ El sendero de los pescadores
Saca la cámara: Acantilados de impresión instan a gritar: “Dracaris” sobre el romper de las olas, playas salvajes, senderos secretos, dunas, vegetación y gastronomía a lo largo de 120 kilómetros y cuatro secciones que muestran pequeños pueblos que describen la esencia de esta rota a través de sus calles de piedra estrechas, sus casas blancas decoradas con líneas de color en sus ventanas e iglesias de estilo manuelinho, como las que veíamos en Azores.
¿Qué tal amanecer recorriendo el Río Mira en un pequeño bote de pescadores? Maresia y su perro Vigía, nos muestran el paisaje acuático de Vila Nova de Milfontes sorteando pequeños botes pesqueros, en este “taxi” que, desde los setenta, es utilizado para cruzar el río.
Este pequeño pueblo es perfecto para pasar la noche. Échale un ojo a la habitación número 8 de la posada Guarda Ríos, tras comer en O Sacas y antes de ir a cenar en Porto das Barcas.
Un paseo que no te puedes perder en esta ruta es el que recorre los paisajes de Zambujeira do Mar hasta Praia da Amália, coger el coche y descubrir los diferentes pueblos que recorren la costa.
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¿Tienes ganas de más?
No te pierdas mi Vlog: Descubrir Alentejo en un fin de semana para vivir en directo todos los paisajes, las personas, las aventuras y los platos que acontecieron en ésta aventura.
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2 comentarios
Un paraíso!
¡Sí que lo es!