Caminando, cantando, haciendo fotos, saludando a los gatos cuidados que habitan las calles, mirando al mar, acariciando árboles centenarios, viendo un shooting callejero de moda latina, saludando a una anciana que vende yuca en su casa a puerta abierta, descubriendo patios interiores oliendo a puro y a ron, llegamos a una gran explanada, la del Fortín de San Gerónimo, el Castillo de San Felipe del Morro y el Castillo de San Cristóbal mirando a la bahía del Boquerón, sobrevolado por miles de avionetas que recuerdan la isla como destino aéreo y rodeado por uno de los cementerios más bonitos que he visto jamás, mirando al mar, respirando la calma.
En su interior, lo colonial sigue presente con sus colores amarillo y naranja, recordando la altura de antaño. Entre barracones, cañones y fusiles, la historia se abre camino mirando hacia 1898 y la guerra hispano americana, cuando España, tras construir el fuerte más grande de España (en Puerto Rico), perdió la guerra y el territorio. En su honor, los americanos y los soldados divididos, decidieron conservar la memoria dejando ondear presente la Cruz de San Andrés, símbolo de la España Católica, más boricua que castellana, tras siglos de convivencia.
Por el mirador de piedra, un brazo se alza sobre mi cabeza y señala: “¿ves ahí enfrente?, ¿en esa isla llena de palmeras?” “Sí”, respondo intrigada, “es la primera esquina del triángulo de las Bermudas”. Contengo el aliento.
Llama la atención saber que la principal industria en la isla es la farmacéutica, reconociendo a Puerto Rico como la frontera estadounidense en el Caribe, le otorga un lugar especial en el mapa mundi.
Para la navegación, Puerto Rico también supone un enclave mágico, ya que los vientos alíseos, arrastran desde Europa hasta el Caribe teniendo como primera parada, la isla. Así, el primero en llegar fue Ponce de León, en 1508, tras el avivamiento de Colón en 1493, colonizando la isla y desplazando a los taínos para hacerse con el control de la misma.
Daddie Yankie le cantaba a la gasolina y es aquí donde descubro que es una bebida típica que consta de ron, ginebra y vodka.
Y hablando de bebidas, se dice que fue aquí en Puerto Rico donde se inventó el “Coffee Break”, la pausa para el café. Los trabajadores de los cañaverales, trabajaban largas jornadas y para no perder fuerza, bebían café puro, tan negro como la tinta, que les permitía parar 15 minutos sin perder productividad. Hoy en día, su jornada laboral máxima es de 40 horas semanales y su SMI es de 7 dólares con 25 centavos la hora, convirtiendo el mínimo mensual en 1160 dólares al mes. Ya podía aprender España de sus antiguos colonizados…
Me acuesto con el calor de la isla impregnado en el cuerpo.
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2 comentarios
Guau!!!cuanta información,me gusta aprender leyendo tus articulos.Es otra manera de viajar. Muy interesante
Gracias, Flor!