Navego con ballenas y delfines en Azores

Esa mañana amaneció con un sol tierno que bañaba la habitación en un tono dorado que invitaba levantarse. Abrí las cortinas emocionada y vi un cielo limpio de un azul intenso, perfecto para echarse a la mar.

Me puse mi ropa térmica y desayuné ligeramente. Al llegar al puerto de Angra do Heroísmo, en la isla de Terceira, en Azores, mi corazón se puso a mil por hora al ver el pequeño bote que nos aguardaba, en tonos amarillos, para llevarnos a las profundidades del océano Atlántico a escuchar el respirar de las ballenas.

No es la primera vez que, en Azores, me lanzo al agua a bucear con delfines salvajes o me subo a una zodiak para tocar con la punta de los dedos la espalda de una ballena casi extinta llena de cicatrices provocadas por los barcos.

Ver estos animales submarinos frente a una es una experiencia que jamás me cansaré de vivir. Otear el horizonte esperanzada y de repente oír el movimiento de las olas que deja paso a un animal enorme, hermoso, parsimonioso, elegante y bueno.

Su bondad transporta y contagia y convierte en humilde y humano a quien lo admira con respeto.

Parece que el silencio lo envuelve todo segundos antes de verlo aparecer de la nada, por un segundo y sumergirse de nuevo con la misma intensidad, con la misma calma.

Junto a las ballenas, multitud de familias de delfines salvajes cruzar y surcan estas aguas vírgenes, puras, limpias, santuario de especies que aquí se refugian en su trasiego, como los bellos delfines blancos, esos “golfinhos” juguetones de bella figura que saltan y acompañan la proa del navío.