Descubre Cáceres: Hervás en tirolina

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Rocío Jones o Indiana Ro, lo mires como lo mires, ¡soy una CAMPEONA!

Conduciendo por la A-66 en dirección a Salamanca llego a Hervás, dejo atrás la estación de tren y me adentro por un estrecho sendero de un sólo sentido, abrazada por el verde de los frondosos árboles hasta llegar al claro en el que, al lado del fuerte río, se encuentra el centro de actividades ecoactivas del Albergue Valle del Ambroz.

Al bajar del coche, tras esquivar a los niños de campamento que habitan el lugar, Mario y Pedro me saludan, me dan una botella de agua, me colocan un arnés y me conducen por su recinto de naturaleza bruta ubicado en un lugar de ensueño.

Comenzando sintiendo las difíciles sensaciones físicas que requiere el tiro con arco: Espalda recta, brazo en alto, piernas y abdomen firme y fuerza en la espalda para tirar hacia atrás del arco con fuerza sosteniendo hasta lograr apuntar, un poquito hacía arriba, para hacer diana en la distancia.

Después, me encaramo a un árbol por una escalera vertical de madera y subo al puente tibetano, dos cuerdas a cada lado de las manos y una solo para los pies guardando el equilibrio entre las copas de los árboles.

El reto, mirar abajo sin perder el equilibrio ni la concentración. Mirada al frente y la satisfacción de llegar de un punto a otro por ti misma.

Después, para “relajar”, me siento en la rama de un árbol y salto al vacío dejándome arrastrar por la tirolina que recorre el campo de árbol a árbol y lo hago dos veces.

Cuando pensaba que ya todo había terminado, me conducen a una torre aún más alta, tras subir tres tramos de escalera metálica vertical, llego al cielo de la atracción, me cuelgan de espaldas al vacío y aprendo a encontrar el equilibrio, confiando en la mano y la mirada de mi instrucción, sin oír más palabras en mi cabeza que las suyas, dejándome caer a mí misma, controlando mi propia caída con una cuerda en paralelo a la pared, bajando por fin, sin miedo, por la pared vertical sintiéndome segura.

Lo celebro escalando hasta la cima y volviendo a bajar en rapel.

Manos sucias y cara de felicidad tras conseguir vencer uno de mis mayores miedos: El vértigo.

Consiguen no sólo que me lo pasé genial, me ría hasta en los momentos más difíciles de las actividades y juegue como una niña, libre de miedos, sin pensar, sólo dejándome llevar y confiando en mi cuerpo siendo parte de un todo.

Por si el día no estuviese completo, seguimos la ruta siguiendo la antigua vía del ferrocarril, ahora condenada, pero que podemos recorrer en bicicleta, ¿qué mejor que hacerlo de la manera más eficiente? Utilizamos las altas bicis de Carlos y su energuía.

El tiempo se detiene en estos paraje y una encuentra el momento hasta para ayudar a secar las alas de un pequeño mosquito que se ha caído dentro de un vaso de agua.

Sigo recorriendo este pueblo, ahora a pie y descubro cómo sus vecinos venden la producción de sus alimentos caseros desde aceitunas y aceite, hasta vino. En este pueblo, rodeados de agua y vencejos,las calles de adobe, piedra y ladrillo colocado anti lluvia, se completan con el castaño extraído de sus frondosos bosques.

Paro a beber el agua de una fuente chiquita, un pequeño manantial en el suelo, frente al río, dicen que si la bebo me enamoraré, así que decido correr el riesgo.

Es agradable pasar entre gentes que se saludan al cruzarse por la calle.

¿Quieres verlo?

WOMANWORD en Hervás

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