Decido iniciar mi paseo desde Centraal Station hacia el oeste, admirando el Eye Film Museum y su estructura, Ijdock, caminando por Prins Hendrikkade y las bellas vistas hacia el oriental sea Palace y la bonita biblioteca pública.
Sigo caminando pasando por la torre Montelbaanstoren, cruzando las calles llamando a sus semáforos amarillos para que abran ante mí el tráfico de bicis, coches, tranvías y autobuses hasta el Science Centre Nemo y su preciosa terraza inclinada y desde el borde del agua, sintiendo ese río especial que lo inunda todo, observo en silencio el poder del VOC ship, el barco más bonito que haya visto, justo enfrente del Museo Marítimo.
Después de pelearme con un grupo del Imserso alemán que con sus apariciones estelares provocadas, me obliga a comenzar mi vídeo unas cuatro veces a pesar del frío y de la lluvia holandesa, muy parecida al chiribiri español… frío y nada agradable, sigo mi camino haciendo zoom sobre el molino Van Stolen, sin aspas que gobierna la ciudad, en dirección al Hortus Botanicus.
De camino, voy cruzando canales, haciendo fotos a bicicletas, colándome en propiedades privadas de cuidados jardines y fuentes centrales y visito el barrio judío, desde la sinagoga portuguesa y sus formas de vida y culto explicadas y cuidadas para ser vividas en primera persona a golpe de audioguía, el Museo Nacional del Holocausto, el memorial justo enfrente del Artis Royal Zoo, al cuál por motivos éticos me negué a entrar y el Joods.
Después, atravesando el Wertheim Park, parque cuyo suelo estaba cubierto de hojas y viviendo un otoño que hace mucho tiempo que no recuerdo en España, llego al Hortus, saco mi tarjeta mágica de nuevo y ya estoy dentro, en un cálido invernadero con senderos y mariposas.
Tras calmar el frío, llego al Hermitage, al City Hall parando en su flea market situado en Waterlooplein y al Amsterdam City Hall. Atravesando sus canales descubro que cada puente dispone de un nombre propio y no son pocos los que unen esta ciudad construida sobre cimientos de madera asentados en el fondo de sus canales.
Me hago la típica foto metiendo los pies en uno de esos zuecos gigantes amarillos con el símbolo de Holanda y cruzo el napoleónico puente azul, el BlauwBrug, inspirado en los puentes del Sena y que en 1883 sustituyó al original de 1600.
El puente que une la zona de Waterloonplein con Rembrandtplein, me lleva a la plaza que lleva este mismo nombre, en la que se alza una escultura viva que obliga a para y a mirar.
La plaza, rodeada de bares, cafeterías y mercados, me recuerda en sus símbolos, banderas y estandartes, las tres XXX que representan la ciudad. Inspirada en la Edad Media, al igual que sus ventanas descubiertas en pro del símbolo protestante de que nada esconde quien no peca, las tres equis simbolizan: Valor, determinación y misericordia. Aunque a lo largo de la historia y debido a la mala suerte que a acompañado a la ciudad, las consonantes también representan sus tres grandes pesares: Incendios, peste e inundaciones.
Pasito a pasito, con paradita en Thorbeckeplein, disfruto del recorrido perdiéndome entre sus calles, plano en mano, cámara en la otra, guantes colgando y nariz roja llegando a Singel y el mercado de flores visitando una a una sus tiendas de queso y uno a uno sus puestos de flores, semillas y para los menos pacientes, tulipanes de plástico y de madera de todos los colores.
En Spui, un grupo de voluntarios cantan villancicos a unos pasos del mercado de arte que hoy corona la plaza entre furgonetas de comida calentita y arenques, pescado típico de la ciudad que permitió a los pescadores salir más lejos a faenar creando una buena y resistente flota naval.
Llego al Amsterdam Museum, me hago un selfie con su gigante, repaso con el brazo estirado los escudos de oficios de sus paredes y me fijo en lo inclinado de sus paredes exteriores, hacia el lado y hacia delante, como muchísimas de las construcciones del Old Town. Las razones, dos de ellas: El suelo en la ciudad era tan escaso debido a los canales que era terriblemente caro, por eso las casas, durante el siglo XVII y XVIII eran construidas en vertical siendo muy muy estrechas. Sus escaleras interiores eran (y son) tan empinadas y estrechas que muebles y pianos (lavadoras hoy en día…), eran izados desde el gancho superior que corona la cima de los edificios.
El hecho de que cada edificio esté anclado al suelo acuático con pilares de madera provoca que con el paso del tiempo los edificios vayan ladeándose de su propio peso, si además, unimos el peso de los siglos subiendo material por el frontal, hace que estás casas sean sin duda, de las más bailarinas del mundo.
- Primer Día en la Ciudad. Ruta Uno. WOMANWORD. AMSTERDAM.
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Tras tomar un café en un brown coffee, de estilo oldschool, llamados así por el tono marrón de sus paredes debido al humo del tabaco, recorro la calle de las tiendas, los músicos, los cazadores de suscriptores a ONG’s, sucursales de Rabo Bank, Kalverstraat hasta desembocar en la céntrica Dam Place, el corazón desde el que parten las calles de la ciudad dando vida a sus distintos barrios: NDSM, Noordeluke, Oostelijke, Plantage, Oosterpark, Pijp, Oudzuid, Oudwest, Bos en Loomer y Wester Park.
Recorro en 360 la plaza situada en su centro: Royal Palace, el vertical National Museum, la Catedral Niewekerk con una expo sobre Marilyn Monroe en su interior y el Museo de Cera con sus graciosos muñecos exteriores), vistas aderezadas por las burlas de un muñeco de 1’80 de Hello Kitty y otro más bajito de Bob Esponja y un músico callejero que acústica en mano lograba transportarme a otro universo sin frío.
Después, caminando entre los centenares de personas que a pesar del frío y de la noche que cae rápida a las cuatro de la tarde, visito la avenida Damrak y el Beurs Van Berlage y sus altas torres que recuerdan una fábrica de los años ’20, antigua bolsa de valores y actual centro cultural.
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Para terminar y antes de ir a mi hotel a darme una ducha de agua muy muy caliente, termino mi jornada paseando hasta Lange Leidsedwarsstraat, paseando por Leidsestraat y sus tiendas de joyería, para cenar en Puri Mas, un restaurante indonesio que recoge toda la tradición y fusión de la comida de las antiguas colonias holandesas.
Aderezado con cerveza Indonesa Bintang para pasar mejor el picante con su toque refrescante, la mesa se viste con bonitas bandejas de calor aligerando la espera con chips vegetarianas de tappioca sabrosísimas.
Para comenzar, sopa tradicional de pollo y curry Soto Ayam que calienta el cuerpo con su agradable sabor, tras pasar todo el día paseando Amsterdam con el frío del invierno.
El menú, se compone de Date Ayam, brocheta de pollo con toque de cacahuete deliciosa combinación dulce y salado; Daging Rendang, ternera picante con hierbas tradicionales indonesas; Babi Kecap, cerdo dulce con cinnamon y anís el toque de éste último lo hace agradable y nada pesado; Kari Ayam, pollo con coco y curry y un toque de limón que lo hace agradable y envolvente; Telor bumbu bali, huevo dulce con salsa picante balinesa, delicioso con el arroz frito; Sambel goreng buncis, judías verdes con guindilla dulce tan sabrosas que es la primera vez que logró comer esta verdura combinadas con la banana y el arroz blanco con una pasada; Pisang goreng, banana frita con azúcar glass maravillosa para combinar sabores y rebajar el picante; Gado gado, verduras con salsa de cacahuete. ÑAM!; Avatar kuning, ensalada agridulce y todo con ese toque de Sambel goreng kentang, coco .
Sabores muy bien medidos y mezclados en los que puedes diferenciar todos los ingredientes en tu boca. Resulta sin duda un final perfecto con un menú divertidísimo de comer en el que mezclar todos los platos y sus sabores.
Una delicia. Parada obligatoria para coger fuerzas y seguir visita disfrutando la ciudad.
PDT. Todo este menú por el coste de 25 euros por persona y con un servicio adorable vestido con la ropa tradicional y una amabilidad supina.
Para terminar un postre de frutas tropicales como la namcka y helado de vainilla.
Me voy a dormir.
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2 comentarios
Menuda descripción, parece que lo estoy viendo todo tal y como tú lo has vivido, que intensidad! Me gusta mucho leerte por eso.
Muchas gracias, Flor!