Conduciendo hacia el Sur, las imágenes se alternan en luces y claros, amplias miradas al horizonte, amarillos, azules y una tierra que ruge con un sólo corazón.
Una calzada mojada, cuatro estaciones en media hora, la radio en el coche que del revés enmarca los diferentes lugares y una isla diferente pero parecida, que muestra paisajes naturales, abrumadores, kilómetro a kilómetro.
Castillos, lagos, grandes praderas, rebaños de ovejas, vacas por doquier y pastores, de esos que ya no vemos en nuestro día a día, cruzando la calzada saludando a quienes conduciendo los tractores que ralentizan el ritmo del resto de vehículos, transportan el trigo y la paja.
Una Irlanda que muestra un carácter diferente, otra forma de vivir y una sonrisa constante en ojos que ansían ver el sol.
Una Irlanda amable, que espera y que transcurre a través del tiempo, a través de la naturaleza, unida a la tierra y al agua, sobreviviendo.
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