Ropa en la Basura

Vivimos en la era del consumismo y el marketing como forma de individualismo y hasta de encontrarse a uno mismo. Quién eres tiene que ver con cómo vistes, cómo te alimentas, cómo vives, en qué trabajas, cómo meditas, qué hobbies tienes, qué música escuchas y hasta cómo te vistes para escuchar la música que te gusta o ir a sus festivales…

Etiquetas que buscan definir el “yo” con más ego que conciencia.

Vivimos deprisa, consumimos devorando y huimos del presente, nos cuesta parar y hasta nos olvidamos de respirar, de andar erguidos, de leer un libro o de comer masticando.

Cometemos faltas de ortografía porque ya ni siquiera tenemos tiempo de escribir con una gramática correcta, nos olvidamos de los amigos, hablamos con la familia por mensajes y vemos la vida pasar en rededor, como en una espiral o un tornado que arrastra quiénes somos y a los demás sin tiempo de ver más allá de los espejos.

Se multiplica por mil la sensación de soledad marcada por las agujas de un reloj adelantado cuando al encenderla televisión el drama asola sentando miedo en lugar de solidaridad, creando fronteras y fomentando el odio en lugar de la cultura, la objetividad y la humanidad.

Vivimos tan deprisa y tan concentrados en nosotros mismos que no nos importa quién tenemos al lado, no miramos a los ojos a quien nos atiende, gritamos con desdén al teleoperador y entramos a empujones en el metro.

No nos importa que nuestro vecino rebusque en el contenedor del supermercado cuando dan las nueve, ni nos sorprende salir a la ventana y ver toneladas de ropa tirada a la basura mientras una pareja rebusca entre las sobras los mejores pantalones que un día estuvieron de marca y definieron algo en quien los compró.