A pesar de las indicaciones que recibimos durante toda la semana, nos montamos en un pequeño barco de metal amarillo y cruzamos la marea enardecida sobre hola que suspendían la embarcación haciéndola caer a plomo durante tres horas y media hasta alcanzar a ver tierra: La isla de Sao Jorge.
Sao Jorge nos recibía con cascadas de agua de lluvia que caían de los laterales verdes de sus acantilados. Tesoros escondidos en una isla de dimensiones acotadas desde la que poder ver Faial y Pico, el pico más alto de todo Portugal, islas rivales y vecinas.
El encanto de estas islas se deja sentir desde el agua esmeralda transparente, el vuelo de sus aves pescadoras, los delfines que acompañan a los barcos y sus gentes tranquilas de mirada amable.
9000 personas repartidas en una isla longitudinal de 8 por 54 kilómetros, zonas vírgenes, campos de cultivo, niebla en la montaña y luz en el mar.
Su secreto mejor guardado, la faja dos Cubres, la de da Caldeira de Santo Cristo, en el área ecológica especial da lagoa da Caldeira de Santo Cristo. Un lugar espectacular, con vistas de película que no entiende la vista ciudadana, cuyos horizontes se dibujan y en los que, sobre la caída del acantilado, el Ser Humano ha sabido construir, habitar y convivir con las mareas.
Pequeñas embarcaciones desde lo alto, miradores agradables y pueblos que preparan tardas caseras de un palmo de ancho y sabores increíbles gracias a su leche fresca de vaca libre.
Comemos pescado y volvemos a Terceira pensando en la grandeza de los lugares humildes, casi escondidos que aún quedan en el mundo, a salvo de todo.
Más información
Lista de Reproducción de Azores en Youtube