La vida crece en espiral, decrece, palpita y fenece. Como una escalera en la que los diferentes escalones sientan sentencia. Animan a crecer y derrotan en la bajada.
Rostros que se intercalan, que comparten pasillos.
Miradas que bajan, que huyen, que se escapan.
Ojos que suben al cielo y miran en positivo buscando la forma de seguir andando, de avanzar.
Recodos, sombras y descansos.
Desafíos, pisadas descalzas, tacones y ventanas. Rastros de luz y oscuridad.
Almas en tránsito en una escalera que es la vida, que no es más que personas creciendo y decreciendo, queriendo ser e intentándolo por momentos, palpitando, boqueando y respirando para encontrar la fuerza que permita el avance.
Y ahora en blanco y negro
Espacios congelados que se detienen en el tiempo, momentos que se graban en la memoria y colores que desaparecen para seguir por siempre en la retina perpetrando un pasado que quedó, marcado a fuego, como un espíritu aferrado entre los pisos del abismo.