Cocer tu último huevo, pelarlo y que cuando le vas a hincar el diente se te escurra, salga disparado ventana abajo y que en plena caída le atice a un pájaro en su plumífera cabecita…
Este es uno de esos días en los que no sabes si está nublado o si por el contrario hace sol, de esos días en los que el ego vence, la pereza se establece y pesa el cuerpo por que el alma llega hasta los pies, la cabeza se aturulla y no somos capaces de ver más allá.
Esos días en los que se para el mundo y somos incapaces de dar un paso más. De esos días en los que la cama y el sofá se convierten en un bunker y la televisión ayuda a no escucharnos a nosotros mismos.
Lo positivo es que incluso en estos días grises, que nada tienen que ver con esos otros de relax y meditación que de forma positiva y consciente nos regalamos a veces (menos de las que deberíamos), siempre hay pequeños motivos que aparecen para volver a devolvernos la fuerza y la entereza.
Cuando en esos días el gris se instaura, lo más importante es encontrar aquello que nos arranca una sonrisa y como un salvavidas, aferrarnos a ellos porque al final, cuando nos damos cuenta de la relatividad y la verdadera teoría de la gravedad aplicada a nuestros días, entendemos que en el siguiente paso, en la siguiente respiración, encontraremos algo que nos haga volver a sonreír y todo, volverá a tener sentido y como el pájaro “ahueveado” volveremos a alzar el vuelo.
Fotografía y Texto por Rocío Pastor Eugenio.
Fotografía 100% libre de retoque digital. Como siempre aquí, en WOMANWORD.
2 comentarios
Me encanta, simplemente genial. Como transformar un accidente puntual (que es mucho más trágico que un triste accidente) en una lección de supervivencia. Te adoro!!!
<3 eres maravillosa!