La luz del atardecer baja y baña los tejados y sus edificios, engalanados con plantas, banderas y graffitis saludan altaneros. Es la hora del vermú en Gràcia, la del regateo en la Barceloneta, la del running por la ciudad. Es el momento en que los caprichos se hacen realidad y la ciudad exhala el final del día.
Barcelona busca la luz, mientras yo la atrapo en objetivo. Me sumerjo silenciosa en sus aceras y saludo en un catalán postizo a quienes se cruzan en mi camino. Paso a paso, andando tranquila, mirando hacia arriba y enfocando en los detalles que sorprenden en una ciudad que pertenece, sin lugar a dudas, a sus ciudadanos.
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