Murcia, esa región del sur de España famosa por su agua y los trasvases, por campos de golf y poco más.
En verano, mi abuela anunciaba orgullosa unas llaves, un patio de azulejos y una vista al mar. Bajamos recelosos a conocer un entorno hasta entonces desconocido.
Para mi sorpresa, un turismo de ecología se abría ante mí. El slow life soñado de la vida en bicicleta, vecinos con nombre, sobremesas bajo un naranjo y el olor a mar.
Una reserva regional en las salinas, colores de agua inusitados, flamencos adquiriendo sus tonos rosados protegidos y sendas rodeando el mar hasta el horizonte donde la luna roja se baña desnuda cuando todos parecen haberse ido a cenar.
De clima cuidado, su flora, su fauna y sus habitantes conviven de forma tranquila, hablando mirándose a los ojos, sentándose a comer y dando largos paseos al caer el sol, helado en mano.
Carril bici inmejorable, se abre la basta posibilidad de descubrir un entorno donde respirar y sonreír, sin darse cuenta, formando parte de una naturaleza inmejorable.
Dentro del parque regional de El Valle y Carrascoy, las Salinas de San Pedro, los Lodos y sus diferentes playas urbanas donde la temperatura del agua permite el baño en cualquier época del año, playas como la Torre Derribada, se abren al Mar Mediterráneo en entorno protegido y aguas cristalinas que, cuando atardece, dejan oler los pinos que el viento mece desde el pico de la Cresta de Gallo.
Más Información