Los domingos son los días perfectos para la cultura. Así te contaba ayer mi día en directo en SnapChat (WOMANWORD) y en mis redes sociales.
Un periódico, un café, un paseo por el rastro y una vida que crece alrededor de la Calle Huertas. De los conciertos de la Fídula a una exposición de fotografía en La Trocha y después, subiendo la calle, un poquito más arriba en un portal, se abre la puerta al teatro intimista de La Pensión de las Pulgas.
En una pequeña habitación, con unas 20 personas como asistentes sentadas alrededor de la escena, tiene lugar la acción, casi tocándola con los dedos, sintiéndose un poquito espía, mirando y sintiendo, de cerca, cada palabra y cada sensación.
Veneno para ratones y sus tres protagonistas (Sergio Pozo, Isabel Ampudia, Mauricio Bautista en una obra de Alberto F. Prados), arrastran al público que les observa hasta diferentes estados de ánimo personalizando a sus diferentes personajes y generando sensaciones fuertes hacia cada uno de ellos. Sensaciones que irán variando sorprendentemente a lo largo de la función gracias a la construcción de personajes poliédricos y cargados de secretos.
Una obra con un final que deja sin habla y que un día después, sigue dejando los ojos como platos al volver la vista atrás.
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