Cobin Tóibín escribió un texto sobre la experiencia de María, sobre la vida y muerte de su hijo. Una visión diferente, humana, realista y que pone nombre propio sin miedos a diferentes etapas y cambios de actitud, a los egos de la historia, a los egos desmedidos y las historias inventadas.
Habla de una madre que perdió a su hijo sin entender por qué, que le vio morir, solo, y que jamás logrará sanar una desgarradora herida clavada por siempre en su corazón. Una vida destrozada, una vida a escondidas, una vida en muerte, esa sin duda, fue María.
La espectacular Blanca Portillo, capaz de poner a un público, casi ahogado en llanto, en pie durante seis apariciones sin descanso en los aplausos, expone su parte de la historia hablando en voz propia y con la de otros personajes, desapareciendo y reapareciendo en cuestión de segundos transformada en momentos, personas y estamos emocionales.
Un trabajo impecable e impresionante que hace que al verla, las lágrimas bailen al compás de las suyas propias, hablando en tono humano del dolor de una madre, de una persona que mira a los ojos y habla con el corazón en la mano, transportando a quienes la escuchan con imágenes vivas y sentimientos reales.
Blanca es, sin duda, una de las mejores actrices de nuestro tiempo y de nuevo, mientras escribo este reportaje, vuelvo a ponerme en pie con la piel de gallina.
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Hasta el 20 de marzo