El Subsuelo de París: Las Catacumbas

0

A nuestros pies, una ciudad de la muerte se haya escondida. Calaveras, huesos, ratas y vacío, en uno de los lugares más fríos, oscuros, silenciosos y tétricos de todo París.

Largas colas de hasta tres horas se forman a la entrada de Denfert Rochereau para poder bajar, tras pagar los ocho euros de entrada y bien abrigados, hasta el submundo de la ciudad de París: Las Catacumbas.

Antes de descender, nos avisan de que la temperatura descenderá casi 20 grados y que necesitaremos tiempo para que nuestra visión se aclimate a la oscuridad.

La sensación de vida y muerte y la humedad reinan en un ambiente silencioso donde pequeñas lamparitas amarillas van iluminando el camino.

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

 

Éste osario fue creado como vertedero de los restos mortales de los cementerios de la ciudad de los cadáveres exhumados de quienes no pagaban las tasas del cementerio, para enterrar en su lugar a quienes sí que lo hacían, dejando claro que hasta morir en París se pagaba caro.

Después, a finales del siglo XVIII, en 1780 se cerró por motivos de salud pública el céntrico cementerio de los Santos Inocentes, en Les Halles, llevando los restos a las antiguas canteras “Tombe- Issoire”, lugar en el que descansaban los restos exhumados de todos los cementerios de la ciudad.

Tras ser acondicionadas y reformadas en 1810, ya que en años anteriores las osamentas eran apiladas sin ton ni son, las catacumbas se abrieron al público como reclamo turístico suscitando el interés de personajes tales como Francisco I que las visitó en 1814, Napoleón III, que lo hizo en 1860 o WOMANWORD en 2012.

Los restos humanos ya no se encuentran ordenados por cuerpo, sino que han sido mezclados y ordenados de forma decorativa entre largos huesos y calaveras formando el frontal de las paredes y hasta de las vasijas y las columnatas centrales.

 

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

 

El recorrido comienza por unos pasillos estrechos y muy largos, en los que más de un visitante entra en pánico y abandona la visita por claustrofobia. Uno no sabe a dónde va, no hay salida y volver hacia atrás se torna imposible.

Poco a poco, pequeños carteles y memorándums aparecen para recordarnos que hemos entrado en el mundo de los muertos y que debemos respetar su entorno, a la par que diversos carteles nos sitúan bajo la ciudad orientando sus calles sobre nuestras cabezas a metros de distancia.

Talleres, tumbas, pozos utilizados pos los canteros para lavarse los pies y estratos geológicos de Lutetia, de hasta 45 millones de años de antigüedad.

Una fortaleza se ilumina en uno de los pasillos. Construida por Décure, la fortaleza de Mahón, de Menorca, aparece en estas controvertidas catacumbas.

Un dintel nos da la bienvenida a la ciudad de los muertos: “Detente, éste es el imperio de la muerte”, reza. Seis millones de cadáveres en 780 metros de galerías en bucle. Una hora de recorrido a oscuras y 17 estratos terrestres desde la ciudad a las catacumbas.

Toda una ciudad bajo la propia ciudad. La ciudad de la muerte bajo la ciudad que palpita.

 

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

 

Agobio es una palabra que describe muy bien la sensación que se vive bajo tierra, contando los segundo para  volver a ver calaveras cubiertas de piel, cuerpos erguidos, ruido y la luz del sol.

Entre esqueletos descompuestos una entiende muy bien el valor de la vida y del individuo que, tras la muerte, se convierte en nada.

Es fácil descubrir cómo muchos de ellos murieron ya que en sus cráneos se ve perfectamente cómo fueron golpeados por un objeto contundente que les rompió la cabeza. Asesinatos, exhumaciones… muerte y faltas de respeto…

 

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

 

Energía sin duda que los bohemios no dudaron en buscar y el 2 de abril de 1897 a las dos de la mañana un grupo de artistas, sabios y burgueses, se colaron en las catacumbas para realizar una fiesta esotérica.

83 escalones escurridizos, húmedos y en espiral por una estrecha escalera de caracol para ascender a la luz por una pequeña puerta, para cegados, volver a la vida sobre la tierra dejando atrás el frío subsuelo de París y olvidando una vez más, la muerte que paciente, nos espera.

 

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Catacumbas. París. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Share.

Leave A Reply