En el centro de la Isla Verde, Azores vibra dejando ver toda su pluralidad desde el Mirador de Santa Iria, las Fábricas de Cha, el calor de las Furnas y su cocido hecho bajo tierra, gracias a sus fumarolas, más la explosión natural del Lago de Fuego y sus colores esmeralda.
La humedad es tal que cuesta respirar y subir una simple cuesta se convierte en un trabajoso esfuerzo, pero la grandeza natural y los bruscos cambios de paisaje de esta isla, obligan a seguir descubriendo sin descanso cada uno de sus rincones.
Es increíble la sensación constante de atemporalidad que envuelve al visitante en un bucle de tiempo donde todo se vuelve natural, especial y puro.
MIRADOR DE SANTA IRIA
Un 180 grados donde los gatos se tumban en la hierba a descansar a la sombra de los árboles y las amplias visiones de esta isla de la Macaronesia impresiona e invita a subir a sus muros a hacer las fotos de rigor.
Mirador de guerra, ha cambiado los cañones por las cámaras de fotos con el paso del tiempo.
Azul y verde en una isla que encandila y atrapa.
CHA
El té se convirtió en una de las plantaciones más importantes tras las naranjas. En esta fábrica, todo huele a té y es un gusto recorrer sus plantaciones con las manos extendidas imaginando a sus trabajadores minuciosos cogiendo la hoja, prensándola y preparándola para su consumo.
Sus máquinas tradicionales han funcionado por siglos y su té, Cha Gorreana, es una delicia para el verano.
TERRA NOSTRA
Abierto al público en 1775, el parque Terra Nostra es más que un jardín botánico, tiene río y aguas termales de hierro y color amarillo en las que bañarse y dejarse nutrir entre el aroma singular que de ellas emerge.
Doce hectáreas de jardines con especies autóctonas e importadas, de salvaje césped y fuertes raíces, animales podados y altares en monumento.
FURNAS
Cuando bajas a Furnas, sus mini carreteritas de tractores y vacas a los lados de la calzada, provocan bajar la ventanilla y dejarse llevar por el viento.
Su amplio lago coronado en la esquina por un bosque de figuras talladas y una hermita construida por amor.
Al otro lado, el agua hierve y la tierra vibra por efecto del vulcanismo secundario. La cocina se prepara y las ollas de cocido bajan a la tierra durante horas buscando su sabor a sales, a azufre y a hierro.
Más allá, en el pueblo, las fuentes de agua mineral emergen de las laderas a diferentes temperaturas y con diferentes propiedades. Las fumarolas y el agua hirviendo empañan el aire de olor a azufre y la gente del pueblo aprovecha el calorcito para poner a remojo las típicas mazorcas de maíz y conseguir la cocción y el sabor perfecto.
Por la noche, cuando todo duerme y el pálpito de la tierra se siente bajo los pies, las estrellas salen al cielo y lo inundan en blanco.
CALDEIRA VELHA
Y sus diferentes piscinas naturales a 30, 25 y 60 grados, a las que acceder tras un paseo casi selvático de especies vegetales de frondosidad plena deja anonadado a cualquiera. Uno pierde la consciencia de dónde se encuentra, demasiado lejos de Europa, este es un paraíso a parte.
LAGO DE FUEGO
Cierra un ojo, abre el otro, alterna la visión, tranquilo, no, aunque lo parezca, no estás en la isla Nublar, sigues en el corazón de la Atántida, en Azores, en la isla de San Miguel, donde la energía geotérmica emerge del volcán latente y el verde puebla las laderas de sus cráteres y de sus lagos de agua de lluvia.
Esta reserva natural quita el aliento y comenzar a conocerla isla desde aquí deja KO a los sentidos.
Azores, un viaje de 4 días, 10 reportajes
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