Ovejas soberbias, pastos que ocupan hasta donde llega la vista y piedras reverdecidas por una naturaleza saturada que lo inunda todo.
Conducir hasta cada destino no es sencillo, las colinas crecen y mueven los carteles, los árboles ocultan las señales y la niebla de repente lo inunda todo.
Sus Iglesias bajan por las laderas dejando tumbas centenarias y cajas de arena que miran al horizonte aún sin construir, aún verde, aún puro. Como en St. Molaise’s Church, con sus conejos saltando entre las lápidas felices entre el silencio sólo interrumpido por el cantar de los pájaros.
Por la ventanilla, niños pelirrojos caminan por los arcenes camino al colegio, con faldas escocesas y calcetines altos. Ovejas de caras negras, burros peludos y vacas enormes, prados, pastos y vallas de madera, tractores, caballos y amor a una tierra tratada con respeto y tradiciones celtas que muestran altares a las hadas mientras el musgo cae en hilera mostrando la pureza del aire y ocultando árboles y piedras pos igual.
Tres ríos, eco turismo, senderismo, parques naturales y granjeros que mantienen la tierra de forma natural, como mi amigo, el vaquero Trevor Stevenson, quien sonriente, explica leyendas de su tierra mientras sus vacas le llaman entre mujidos y lametones.
“Había una vez un gigante, -me dice bajito-, su nombre era Finn M’Cool, estaba tan enamorado de una princesa que rompió la montaña poniendo pequeñas piedras que él mismo había tallado, para cruzar el mar e ir a su encuentro, ¿has estado en la Calzada de los Gigantes? Así es Irlanda, una historia de amor”.
Los restos de una historia pasada siguen como congelados formando parte de la misma. Con unas cuantas piedras menos y mucha naturaleza más, al cerrar los ojos se escuchan los susurros antiguos de quienes habitaron, lloraron y sintieron aquí. Así es Monea Castle, casi abandonado a su suerte, escondido entre caminos en laberinto y protegido por perros que aparecen a observar. Pasear por su interior no es tarea sencilla y uno ha de encaramarse a un muro que hace una suerte de escalera para saltar la valla y que continúa al otro lado de la misma decreciente.
Construido por Malcolm Hamilton y finalizado en 1618, el Castillo de Monea tiene un estilo claramente escocés. El castillo pasó a manos de los irlandeses en 1614 y fue ocupado por Gustavus Hamilton, gobernador de Enniskillen en 1688 para ser abandonado en el Siglo XVIII tras un incendio, según cuentan los vecinos del pueblo.
Descubrir Boa Island no se presenta más sencillo, pero sí interesante, en esta aventura constante, de cuento, de película de aventuras, que supone Irlanda del Norte.
Más allá de la carretera, más allá de un sendero, más allá de una granja de vacas, de una puerta escondida entre la maleza, de un bosque y de un sendero aún más pequeño, las Janus Figures, tasadas del 400 al 800 AC, dejan ver rostros diferentes en un pequeño cementerio celta de Caldraghen, casi olvidado, pero respetado y aún en pie.
Círculos de magia en los que sentarse abrazando cada piedra, tumbas ancestrales, rostros escondidos y una energía especial que produce, sin saber por qué, calma constante.
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