Una experiencia titánica, doce horas en tren recorriendo casi dos países al completo de Sur a Norte, con una cámara en la mano.
Me propuse la aventura de subir a París en tren, pensé: “¡Qué romántico!”, viajar como antaño, como en la Europa de los libros y relatos, cargada con grandes sombreros, baúles… recorrer los pasillos del tren, leer a la luz de las lamparillas, mirar por la ventana viendo cómo cambia el paisaje, la temperatura y el tiempo.
El paso de las horas, el traqueteo del tren, las diferentes paradas y sus viajeros, los acentos, los relatos que se cruzan en la mente, la escritura a mano, una carta, un recuerdo y pensamientos que se abalanzan y ponen respuesta.
El tiempo detenido en un vagón sin internet que me transporta aunque las letras vuelen en un teclado y mi libreta tenga luces led y pantalla retina. Los rostros son los mismos, los patrones han cambiado, las sensaciones no. El paisaje se ha ido modificando y las fronteras son menos exhaustivas a este lado del mundo, pero los pasajeros siguen subiendo y bajando con la mirada puesta en dos destinos, el que queda a la espalda y el que está por venir.
Pierdo el sentido del tiempo y me relajo con la cabeza erguida pensando en lo que he hecho, en lo que haré y en quienes acompañarán mis pasos. Dejo la mente en blanco, me preocupo en respirar y sonrío tranquila pues el viaje es lo importante y en mi maleta, todo lo que necesito está presente con nombres en mayúsculas, miradas y sonrisas que me acompañan y me susurran: “te quiero”, en la distancia.
La idea de viajar en tren me resultaba romántica, eso es, a pesar de las 12 horas, las paradas, el transbordo, sigo pensando que ese día que tomé para mí cruzando España y Francia, ha merecido la pena.
De Madrid a Barcelona y de Barcelona a París, Renfe-SNCF y sus confortables asientos, marcan la diferencia entre el silencio y los enchufes de primera y el ajetreo de turista.
Un viaje aconsejable, como tantos, sobre todo por que obliga a quitarse el reloj, dejarse llevar, adormecerse y despertarse en los aciertos de quién se ve reflejado en el espejo y se atreve a mirarse los ojos y seguir adelante.
1 comentario
Qué bonito relato y qué bonita experiencia… Me pongo nostálgica leyéndote y pienso en cuántos hicieron ese viaje en otros tiempos y otras circunstancias, a pié o en tren, cuántas lágrimas, historias y vidas hay en ese camino que acabas de recorrer y cuánto le debemos a Francia,