Dos desfiles diferentes, dos pasarelas conjugadas en su estilo y un mismo patrón de elegancia rigiendo ambas.
Ion Fiz, por su parte, creó su colección en colaboración con Alma Bloom. Lencería, escotes, miriñaques, volúmenes, tul, gasa y una Venecia de máscaras y juegos secretos, de música de piano en directo y de sueño. Todo hecho a mano en una moda pronta que más tenía de alta costura.
Elaborados vestidos y la creación de posibilidad. Esa fue la clave del modisto.
Por su parte, Amaya Arzuaga volvió a jugar con los volúmenes y con un minimal geométrico que crecía desde los looks más planos hasta la imaginería volumétrica en faldas y vestidos cortos.
De nuevo, un juego con superposiciones y caídas en capa, colores escondidos, volantes verticales y una paleta plana con un juego de estampados ligero.