“¡Loca, qué estás muy loca!”, eso le diría a la Moda si me la encontrase de frente, en plena calle, entre escaparates anticuados y nuevas boutiques conceptuales en las que ya no se compra, sino que se viven experiencias.
Mientras ella y yo conversásemos del tiempo, de las tendencias, de los patrones, de los nuevos diseñadores, de las viejas promesas, de ella, de mí, de un estilismo, de la política, de la sociedad y de las reglas implícitas explícitas que un simple par de zapatos puede decantar, las clientas y clientes de unas y de otras, se mirarían por encima de nosotras, a través de nosotras, desde los diferentes cristales de cada una de sus zonas de confort, observándose desde la barrera y analizando sus diferencias sin dejar de denostar, no obstante el poder y la belleza equidistante.
Resulta divertido y a la vez absurdo que desde los flashes y los anuncios de televisión se haya olvidado que la moda, mi amiga Moda, así, con mayúsculas, ha representado al Ser Humano desde que se puso de pie y buscó la hoja de parra más chic para tapar sus partes vulnerables del ataque animal para después pasar a elegir la piel del animal más suave, más cálida o más ligera…
A veces me gusta ir al Museo del Prado o a cualquier Museo del mundo y ver moda, moda, moda y moda en cada una de sus obras. Ya no hablo de la moda de lo contemporáneo o las diferentes modas y estilos artísticos a lo largo de los siglos y las academias, sino de que uno es capaz de saber en qué periodo, lugar y estamento se encontraba la persona representada a golpe de pincel y ello, no es gracias al trazo o a la calidad del óleo, no, no, queridos sibaritas, ello se apreciará gracias a cómo vayan vestidos, peinados y maquillados. Así de simple y de complejo: Moda es todo.
Todo lo extraño, lo bonito, lo extravagante, lo raro, la locura del mundo y lo insano de la sociedad, la creación más sublime, el sueño más deseado, la humildad acrecentada, la personalidad retratada, la sombra convencida, la mirada que perfila y la que se esconde, el cuello rígido, el corazón noble, todo, absolutamente todo se describe desde la realidad exacta, extrema y sublime en trazos de objetividad subjetiva con cuatro letras que empiezan por eme y un mundo al completo.
Un mundo cada vez más desatado y desquiciado en el que los editores de moda se suben a la alfombra roja de los flashes y se pelean a codazos con las bloggers que aún sobreviven en el front row.
Disfraces en el street style que famosos, perdón, celebrities se agencian para acaparar las miradas de los objetivos que repartirán su imagen en los cinco continentes en conglomerados de fotografías que hablen de cómo el estilo de la calle imita e inspira la pasarela.
Meses de la moda, por temporadas, que componen un calendario global y un circo particular donde siempre los mismos rostros aparecen, aparecemos, desfile tras desfile y carrera tras carrera, esto último para aquellos que no tenemos coche de lujo a nuestra disposición para realizar la cobertura y una diferencia palpable entre los que vamos a trabajar, perdón por la primera persona y quienes van a lucirse.
Moda es todo, pero moda, lo que es moda, no somos todos. Cuando los flashes disparan se abre la brecha entre quienes creen en el elitismo absurdo y apellido y quienes creen que el sueño se trabaja. Esos últimos, cada vez más numerosos, son los que salvan el buen nombre de mi amiga y los que permiten que la cabeza crezca y el mito se propague. Quienes acercan a un “todos”, algo que les pertenece y quienes con certeza, saben dónde está el límite entre la caricatura y la distorsión.
Sin mirar hacia otro lado, la moda se adapta a las demandas y permite que los juegos se hagan realidad cambiando a golpe de crítica los cánones y hasta las cadenas de producción: Del slow fashion a la pasarela de modelos reales, de la anorexia a la exageración del cuerpo femenino con prótesis desmesuradas, de la elegancia al disfraz, del consumismo a las fábricas derruidas sin controles, de las firmas que se niegan a pagar sus multas y tiñen de color los ríos de la India, a esas otras que proclaman la conciencia en cada prenda.
De la producción al reciclaje, del mass market a la artesanía del atelier. Contrastes y enfrentamientos, trajes de carne y pasarelas en las que dos hombres aparecen caminando de la mano.
Alta costura, prêt-à-porter y moda de hombre, complementos, revistas, accesorios, trade markets, showrooms y apariencias. Sonrisas pintadas y largas jornadas de trabajo.
Si la moda es un circo, dejad que entren los payasos que llenarán de verdad ácida a golpe de sifón una industria cada vez más consciente y consecuente que a pesar de todo, no pierde ese toque de esperpento que define, sin lugar a dudas, la humanidad.
1 comentario
Acertada reflexión sobre el gran mundo de la moda, cuántos matices y sensaciones enfrentadas para que cada cual saque su conclusión. Una visión que a veces debe de dar vértigo. A mi me lo dio hace ya … Uff!! En otra vida!!