Día dos
Mi segundo día en Toulouse cae en domingo, sigo utilizando mi city card para moverme y disfrutar de la ciudad que amanece dormida y entre susurro se hacen saber los estragos del sábado noche. Yo paseo entre sus calles solitarias disfrutando de un sol pleno que llena día de calor de verano y cielos azules.
Libro en mano, paseo, me paro y olisqueo. Visito la plaza de St. Georges, el Musée des Agustins, Santa Ana, el monumento a los muertos, Halle aux Grains, el palacio Niel, el jardín Real, el museo de Toulouse y me siento a leer en el jardín de plantas.
Echo un ojo en el memorial de la Shoah y en Notre Dame de Lourdes, para callejear después hasta el museo Dupuy.
No te pierdas éste tour desde Carcassone hasta Toulouse. Una experiencia inolvidable para sentir Francia.
Me llama la atención el puente de los catalanes, que de nuevo hacer mención y presencia al exilio español, al igual que la exposición sobre este mismo tema en Port Viguerie.
Veo los tejados de la ciudad, con edificios parisinos que se cuelan entre su línea de ladrillo en la terraza de las Galleries Lafayette y me subo a un barco patrimonio de la UNESCO, en la Maison de la violette.
Toulouse me sorprende y me enamora. Me hace sentirme parte de ella y me hace fácil conocerla. Una ciudad a visitar y que conocer en un agradable fin de semana.
Recorro el río Garonne y el canal du midi en uno de los bateaux toulousains, desde el que con visita guiada, me explican el recorrido, saliendo desde el port Daurade y pasando por la écluse St Pierre, las fábricas de tabaco de 1722 , los antiguos barcos comerciales del canal de Brienne, de 1770, el relieve de Saget, de Francisco Lucas, sobre el río en la conjunción del port de l’embouchure con el canal du Midi, patrimonio de la UNESCO y creado en 1680. En este punto damos la vuelta y descubrimos el hospital La Grave, del siglo XII, como el de Saint Jacques, el hotel Dieu, la iglesia de San Nicolás, el château d’eau, la prairie des filtres y finalizamos con la visita costera de la isla du Ramier, también conocida como la isla de los pájaros, donde se encuentra el estadio de rugby, la central hidroeléctrica y la écluse de St Michel.
Una hora y cuarto a bordo del barco Le Capitole desde el que surcar las agua, cuando no hay crecidas, pasando bajo sus puentes cargados de historia, como el de San Pedro construido en la edad media y utilizado para dar el pregón con todas las decisiones y nuevas leyes de la ciudad. O el puente nuevo, que resulta ser el más antiguo de la ciudad, resistiendo sus inundaciones desde 1638.
Llama la atención reconocer los símbolos que los trabajadores grababan en las piedras de las esclusas, para hacer reconocer su trabajo y ser pagados por el mismo.
Termina el recorrido bajo la Iglesia Daurade, al lado de bellas artes, que recibe su nombre ya que en el siglo V, estaba cubierta de oro.
Para cenar, elijo el restaurante Jgo Toulouse, en la representativa plaza de Víctor Hugo. Sus productos bio y de carnes controladas hacen de este lugar un must en la región.
La cocina de Gascogne, sus recetas y sus vinos.
Benito me mete hasta la cocina y me muestra el control de sus carnes, cada una con nombre propio y productor con foto en el menú, aportando confianza.
Piezas de carnes enteras, preparadas aquí y diferentes compartimentos en su propia carnicería, soto el restaurante. Lo mismo para las verduras frescas.
Comenzamos con vino blanco dulce, de Gascogne, Soleil d’automne, se llama. Su dulce sabor acompaña a la perfección el foi de pato a la pimienta con salsa de mostaza y la charcutería: jamón de cerdo negro, chorizo preparado con, atención, pimentón de la Vera y salchichón.
El foi es pura mantequilla, el salchichón tiene ese puntito de pimienta delicioso, el jamón curado a la perfección y el chorizo con este toque extremeño, no podía ser menos.
Sigo con magret de pato a la pimienta con patatas típicas de la Maison, preparadas con grasa de pato más, vino tinto de Carcassonne, que vuelve a trasladarme a mi viaje en Languedoc-Roussillon y termino con postre doble: fresas con nata acompañadas de helado artesano de cerezas con d’armagnac y arroz con leche de la abuela, con vainilla y galleta teja de almendras, muy, muy dulce.
No se puede terminar la cena sin un té de verbena calentito.
Una delicia.
Vuelvo al hotel paseando por la ciudad y recordando las imágenes del día, preparada para mi siguiente etapa del viaje: Tarn et Garonne, con Toulouse aún en la retina…