Llego a la ciudad de Toulouse bajo negras nubes, viento fresquito y entre las sonrisas de mi guía Emmanuelle, que me lleva en taxi al centro de calles alargadas y mercados callejeros, llego al hotel Mercure de cuatro estrellas, muy bien situado y con estilo chic confortable que me enamora tanto como los miles de regalitos que encuentro sobre la cama.
Me pongo un pantalón largo y comienzo mi primera visita, tras atravesar los carruseles de la Place Wilson y llegar a la plaza Capitole: una ruta por la gastronomía del sudeste de Francia en la villa rosa, Toulouse.
Paseando por sus calles, me siento muy bajita. Sus amplias plazas, sus edificios monumentales, sus colores de mármol rosa y su viento frío del mes de julio.
La vida en la calle, con sus luces y sus mercados de comida por doquier. Ésta es una típica ciudad francesa, que suena a acordeón y sabe a violeta.
Los productos típicos de la región son el foi grás, la salchicha de Toulouse, el queso, el vino, pato, el melón, la trufa negra, charcutería, el azafrán realizado a mano, el ajo de Lautrec, el macarron de violeta y el pastel típico de la región.
Y es que Toulouse es una región agrícola, con fruta rica y fresca. Su universidad es muy prestigiosa y hasta el fútbol quiere venir a ser parte de ella, siendo la cuna de la EuroCopa en 2016. También es conocida por sus cosméticos, como los realizados con leche de burra.
Paseamos por sus calles de ladrillo, con este cálido colorcito de la ciudad. Sus gentes lucen sus mejores galas, hoy es sábado y las bodas tienen lugar en la plaza central cada 15 minutos, dicen que los sábados, la ciudad se convierte en el desfile de la moda de las bodas.
La ciudad huele a violeta, está llena de luz y de detalles que llaman la atención, de casitas de color y ventanas de madera, flores y una fuerte cultura hipster que apuesta por los productos artesanos y de calidad, la música electrónica, la carne bio y el buen vino, con camisetas marineras, sandalias ergonómicas y bicicletas con cestitas.
Sus mercados tienen 200 años de antigüedad y la cultura de hacer la compra en la calle, de puesto en puesto, de persona a persona, con el mimbre bajo el brazo, sigue viva.
Lo primero a degustar, resulta ser la charcuterie du porc noir gascon, salchichón y salchichón de foi, en el mercado des Carmes, que se realiza con cerdo ibérico, negro español criado en los pirineos y curado a la pimienta negra. Vive en libertad y es alimentado con estrictos controles y alimentos naturales como la hierba, los cereales y las bellotas, para cuidar su sabor con salud y una buena vida. Pata negra, vamos y se un sabor delicioso.
Continuamos en el puesto de productos locales como el foi, el pato a la naranja, el salmón, el salchichón, cassolette, habas, salchichas de Toulouse, el ajo de Lautrec, marinado y servido con sabor dulce y el vino blanco dulce, que sabe a pasa. “Del pato se come todo”. Explican que los patos, antes de migrar, comen muchísimo y los egipcios ya descubrieron este fenómeno, así que empezaron a alimentarlos con higos y facilitar este proceso natural. Cuando se hace de forma natural tiene sentido, el exceso y el abuso son los que rompen la cadena y crean la enfermedad.
Toulouse es una ciudad para ser degustada y en su mercado, la algarabía palpita y hasta las monjas se dan el placer de comer el pastel de gascón.
De mercado en mercado, llegamos al de Víctor Hugo para comer queso y beber vino.
Toulouse, cerca de España, se convirtió en la capital de la República cuando se instaló la dictadura y un gran número de españoles vinieron aquí, así hoy ha plazas con nombre catalán, como la Place Mage y muchos de sus ciudadanos hablan español.
En Betty, comemos tres tipos de queso: brie, roquefort y queso típico de la región de Midi Pyrénées.
Terminamos en Octave para degustar helado artesanal de otra de los alimentos típicos de la región, los albaricoques.
Mi segunda ruta recorre el casco histórico de Toulouse, su ciudad vieja y su ciudad nueva. La ciudad se desarrolló con la industria aerodinámica en la primera guerra mundial. Además, conserva una muralla romana y mucha vida universitaria.
En la edad media, construyeron con madera y barro pero los incendios eran diarios y cambiaron el tipo de arquitectura al ladrillo rosa, que era más barato y seguro.
El ayuntamiento muestra el esplendor de la ciudad del siglo XIII, pero en el siglo XV, el poder fue tomado por el pueblo. Así construyeron el torreón, con las llaves de la ciudad y el edificio que hoy en día acoge el ayuntamiento, del siglo XVI.
Toulouse es una ciudad peatonal y de bicis,no hay diferencias entre aceras y calles y la ciudad es plana, convive, comparte y se deja recorrer.
El ayuntamiento tiene la plaza más grande de Francia y el teatro, dicen, más reputado de toda Francia en cuestiones ópera. En la plaza, la Cruz de la villa, con cuatro meses y doce meses con doce signos del zodiaco, es la lengua occitana.
En la plaza del capitolio se lee la historia de la ciudad con cuadros en el teclado, incluido un pasaje dedicado a la guerra civil y a los refugiados españoles. “Gracias a tener españoles, hemos empezado a vivir como vosotros y disfrutar la calle y la vida social”.
El barrio bobo de la ciudad acoge a los mejores hipster, bares alternativos y exóticas tiendas vintage, es el barrio de la bourse, donde nació la firma Comptoir des Cotonniers.
Al llegar al río, nos cuentan que cada primavera se inunda, ahora, algo más controlado, la rivera derecha acoge dos hospitales y la noria de la ciudad. A la izquierda, la playa y sus actividadede ocio y deportivas y los edificios de tono medieval.
La noria es la única posibilidad de ver Toulouse desde arriba, la ciudad es bajita, amplia y llana.
La hiper región está formada por Aragón, Cataluña, Languedoc Roussillon y Toulouse, que trabajan conjuntamente para desarrollar estas zonas en un concepto plural y común.
El convento de los Jacobinos es una maravilla que se alza en altas columnatas y alargadas vidrieras de colores fríos a un lado y cálidos al otro, para recibir el sol desde todas partes en colores relajantes.
Ocho siglos de convento dominico, construido en 1229, en ladrillo fue universidad desde su creación y después, en la revolución, cuartel. Los soldados metieron aquí sus caballos y la humedad y el orín ha destrozado los frescos.
Su claustro es un lugar de fé y de meditación, su campanario, de 45 metros de altura y planta octogonal tiene un diseño hermoso y altivo. Un gótico especial, meridional, con anchos contrafuertes y frescos coloridos.
Las torres representaban la riqueza de las familias renacentistas que se enriqueciendo con el comercio y fabricación de tejidos
El 28 de enero, día de los estudiantes y de santo Tomás, los dominicos se reúnen aquí y honran el cuerpo del santo, que se encuentran aquí.
Toulouse fue la cuna que vio el nacimiento de la inquisición.
Su convento recuerda en su interior al de los cátaros que encontramos en el viaje a Languedoc.
En julio, el aire es fresco y recuerda al final del verano en España. Pantalones largos y cámara en mano, es una gozada recorrer sus calles andando, siendo parte de su vida callejera y del máximo estilo cultural y social que desprende.
La iglesia del toro, recuerda épocas romanas, en lugar de sacrificar al toro, sacrificaron al obispo y el toro arrastró el cuerpo del obispo martirizado. Cuando el cristianismo fue permitido, construyeron Saint Sernin, ahora patrimonio de la UNESCO. Y es que este San Saturnino fue quien bautizó a San Fermín.
Los condes de Toulouse reutilizaron los sarcófagos de restos romanos para sus propios restos mortales. Un concepto extremo de reciclaje.
Después, cruzo los puentes y recorro la ciudad por dentro, por fuera, sobre el río y en el interior. Sus calles luminosas, tan fáciles de andar, sus tiendas y la ausencia de centros comerciales. Una ciudad viva y social, de rostros y miradas, de saludos en plena calle y escaparates cuidados.
Para cenar en este Brooklyn afrancesado, me dirijo a Le Petit Magre, un concepto novedoso de cocina bio y casera en el que en buffet diarios productos frescos, cada uno elige lo que quiere comer, se sirven y el plato se cobra al peso. Además, hay platos del día y deliciosos postres, tan bonitos que quitan el sentido.
Couscous, tablé, embutido de la región, ensalada, houmous, arroz con anchoa y un salmón marinado por ellos mismos increíble. Más hipster todavía, calculadora de Hello kitty, no hay wifi y las estanterías están cargadas de libros.
Todos los platos cambian cada día, sigo con pescado y risotto y de sus postres caseros, entre los gofres, especialidad de la casa, mi favorito es el que se sirve con caramel beurre salé, más las tartas, éclairés y pasteles, una flota en la felicidad más absoluta, comiendo por encima de sus posibilidades físicas convertida en absoluta gourmand gourmet, en este lugar de sabores cuidados.
Toulouse me sorprende y me enamora, me apetece recorrerla viviéndola sin descanso y, a pesar del cansancio, me lanzó a sus calles a vivir en carne propia su lifestyle completo.
Es importante saber a quién metes en tu vida, la próxima vez, hazte sólo una pregunta: ¿a quién sentarías al otro lado de la mesa?
Para terminar, uno de sus tés: “composition du ciel”, con violeta, rosa, azahar y caramel.
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2 comentarios
He paseado por las calles de Toulouse mirando tus fotografías, en ellas su luz, su música, su sabor, su cielo y sus ventanas. Me gusta pasear contigo Womanword.
Muchas gracias, Antonio. Es un placer hacer mi trabajo y recibir comentarios así.