El Municipio de La Orotava, en Tenerife alberga todo el sabor de la arquitectura típica canaria, con sus calles estrechas, de casas coloniales, impolutas paredes blancas y roca volcánica reforzando sus escuadras.
Ese sabor a villa antigua, pausada en el tiempo, gracias a su hermosa plaza central, su opereta, su catedral en una esquina y los patios interiores que dan color rosado a la misma.
De frente, hermosos atardeceres pintan de naranja el pueblo mientras el faro se ilumina intermitente y el mar, al horizonte, señala el camino por recorrer.
Sus comercios, a pie de calle, siguen haciendo presente una vida vecinal que sobrevive a las inclemencias capitalistas y que provoca que el tiempo se debata entre la tecnología y el saludo cordial mirándose a los ojos.
Un pueblo para conocer y para saborear, para charlas con sus vecinos y para perder el tiempo disfrutando de las vistas y de la vista alzada ante todo lo que en realidad sucede devolviéndonos una libertad perdida.