Lo mejor de vivir en Madrid es que todos los días puede comerse como en casa aunque no estés en ella. Y para eso abrió sus puertas Urkiola Mendi.
Rogelio, el chef, bajo su gran barba y su mirada directa, guarda la sinceridad de la palabra para hablar después de pensar y servir después de vivir sus creaciones. Reconoce que para el la cocina habla de sensaciones buenas, de recuerdos y de tradiciones. Vino a Madrid siguiendo el amor y en homenaje a su norte querido, sus fogones nos acogen bajo la cocina de toda la vida, eso sí, ligera y siempre apetecible.
Nada más llegar, un caldito de pollo acompañado de la carta, un vino tinto de Navarra y pan de semillas.
Imprescindibles sus croquetas de chorizo de Logroño, mejillones, jamón, gallina, bacalao o sobrasada de Mallorca.
Los callos a la vizcaina con cebolla roja son suaves y melosos, servidos siempre en pequeñas ollas que recuerdan el menaje del hogar.
Continuar con un rape la parrilla o unas cochas de merzula con todo el sabor a mar y un aderezo que potencia su sabor, natural y muy ligero.
Para las carnes resulta imprescindible probar su hamburguesa de buey gallego, con curación de 120 días, igual que su chuletón, este proceso consigue que la carne se deshaga como mantequilla, jugosa y llena de sabor.
Una cocina marca España, creada por un maestro artesano que tras 10 años entre fogones es capaz de afirmar: “Me gustan las personas, me gusta darles de comer y ser honesto con mi servicio y con mis clientes. Quiero hacer que la gente disfrute, eso para mí es la cocina”. Un lujazo para los alumnos de la CEU San Pablo, tenerle como profesor en su propia cocina.
Para recordar el sabor de la cocina de nuestras madres, el pollo en pepitoria.
“Lo que me interesa de la comida es que siente bien y te acuerdes de mí dentro de dos horas o dentro de dos días. Cocino como si lo hiciese para mí mismo: ligero, suave y tradicional”, afirma.
De postre resulta exquisito combinar el pastel vasco con intxaursaltsa y frutos secos con la goxua dulce 2015 “homenaje a ellos”. Estos dos postres dulces sin rozar el exceso y presentados como platos de cocina, son impresionantes y además, representan una oda a sus clientes.
Acompañados de su café puro y aromático, mejor que mejor.
“Hay que tener calma en la cocina, cada persona que viene es diferente. Aquí tratamos personas desde que entra por la puerta hasta que sale, es una forma de vida en la que cada cuál pone su sello personal, esta es, al fin y al cabo, mi casa”.
Nota al Lector
Cada mes y cada temporada la carta cambia sus platos igual.