Por Rocío Pastor Eugenio.
Lo peor de un viaje, no es hacer la maleta, preparar el planning de visita o consultar el tiempo cruzando los dedos contra las precipitaciones… Lo peor de un viaje ni siquiera son las turbulencias, el carrito de snaks golpeando el codo del asiento del pasillo ni los cigarrillos sin humo que intentan endosarte… Lo peor de un viaje es el aeropuerto y su zona de embarque.
Llegar al aeropuerto, encontrar la terminal, correr tirando de la maleta y surcando pasillos atestados de personas haciendo cola, no es nada en comparación con el horror que supone embarcar.
Para empezar, cada vez las reglas se tornan más y más truculentas. Los líquidos en envases de menos de 100 ml deben ir dentro de una bolsa de plástico dentro del neceser y además, deben depositarse fuera de la maleta en una de las sucias y descoloridas bandejas habilitadas.
Las botas, botines y zapatillas altas también, por lo que, una vez te has quitado el cinturón, deberás ir andando sujetándote los pantalones con una mano, mientras con la otra te calzas unas bolsas de plástico que escurren para atravesar el detector de metales.
Una vez ya has conseguido explicar al guarda de la puerta que no sabes qué es lo que pita ya que por no llevar, no llevas ni pendientes, una mujer policía se acerca y te cachea más íntimamente que tu última pareja.
Extrañada y algo tocada, intentas recoger tu maleta y tus tres bandejas del control, cuando el guardia sentado en la silla ante el ordenador de rayos X, quiere obligarte a abrir la maleta por que llevas, ¡maldita sea!: “un turrón”.
-¿Perdone?
– Señorita, debe abrir la maleta.
– ¿Por qué?
– Por que lleva un turrón
– ¿Qué llevo qué?
– Un turrón
– ¿Está de broma?
– Señorita, abra la maleta
– Pero es que yo no llevo ningún turrón y además llevo la maleta cerrada a presión porque viajo en low cost y sólo puedo llevar un bulto y se me va a desparramar toda la ropa interior…
– Abra la maleta o explíqueme qué es esto
– Es un libro
– ¿Un libro?
-Sí, el Florido Pensil. Es genial. Muy divertido. Trata sobre la escuela en la época de Fra…
– ¿Y esto otro?
– ¿Eso otro? Si es que no veo nada…
– ¡Es el turrón!
– No llevo turrón… no soy tan navideña…
– Abra la maleta, que yo la ayudo a cerrarla.
Tras fruncir el ceño y negarme en banda a que el guardia cerrase mi maleta, no me queda más remedio que abrirla y demostrarle que, de momento, sigo siendo una ciudadana legal y que no porto en mi maleta de mano armas de destrucción masiva tan peligrosas como el turrón.
Muy decepcionado, el guardia tuvo que comprobar que lo que para él era un turrón, para mí era un cuaderno. Malditas escritoras… Eso sí, parece que quedó contento al ver mis mejores sujetadores saltar por los aires al abrir una maleta cerrada a presión…
La duda que me asalta es por qué un turrón era tan tan importante y por qué el asalariado no hizo mención a la botella de agua llena, al plátano y a la cuchilla de afeitar que junto a la maleta, pasaron por los mismos rayos X en mi bolso…
Cosas de Barajas…
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