Marijan Ivanusa: Memorias de una guerra

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Marijan Ivanusa es hoy uno de los mejores chef croatas, ganador del premio nacional y concursante internacional en Lisboa, Noruega e incluso Alaska. Hoy, es uno de los cuatro orgullosos cocineros del Hotel Tourism en Varazdin, y reconoce que para ellos, la formación continua e internacional es indispensable. Sabe de lo que habla, lleva en este hotel 28 de los 50 años que éste lleva en pie.

Su rostro se ilumina cuando describe su cocina y sus platos más representativos, entre ellos, la ternera en espuma de queso grana padano o en queso de Pag.

Para cenar, diseña un menú para WOMANWORD mientras sonríe y se frota las manos imaginando las delicias con las que vamos a disfrutar.

Para empezar, una sopa de Zagorje en plato comestible de pan casero, con verduras, patatas y mollejas ahumadas. Seguimos con un asado de Varazdin de carne de cerdo rellena de ajo, hígado de pollo relleno de bacon, salchicha a la plancha, col guisada, ensalada verde y puré de patatas con cebolla. Delicioso.

Pero aquí no acaba la cena y llegamos al postre, un postre que no es dulce pero que describe el carácter de este pueblo bajo su fuerza y sabor. Se trata del pastel Strukli, típico croata. Es un pastel servido en un plato de barro, muy caliente, sobre una pasta deliciosa cubierta de queso de vaca gratinado.

Una maravilla, con la que es imposible no rebañar.

Mientras cenamos, el chef me explica el Gastro Welcome, una iniciativa que presenta a los turistas las posibilidades de Croacia en diferentes platos, entre ellas, el coctel de gambas y el vino tinto croata.

En nuestra conversación, le comento el cambio que he notado al conducir desde la costa hasta el interior de Croacia. Y es que, al oscurecerse el cielo y bajar las temperaturas, la realidad se acerca a estas gentes, quienes a diferencia de los habitantes de la costa, sintieron la guerra en carne propia.

Tanto es así, que la historia de Vukovar, se recuerda cada 18 de noviembre con velas a lo largo de todo el país y memorias de lágrimas que piensan en positivo intentando no volver a repetir algo inhumano.

Le comento que, a pesar de todo el dolor que deben haber sufrido, me causa muchísimo respeto la calidad humana de este pueblo. Cariñosos, muy atentos y respetuosos, sus ojos hablan de amor y su carácter de paciencia y tolerancia.

De repente, al alzar la vista, veo sus ojos vidriosos y la mirada perdida, no es la primera vez que en este viaje me enfrento a esta sensación: Sé que está pensando en la guerra.

Le miro en silencio y él, despacio, comienza a hablar. Antes de vestir su chaquetilla de chef, fue obligado a ir al frente de una guerra injusta, impuesta y devastadora, una que de nuevo, no fue pedida.

“Vi gente morir, son imágenes que cuesta muchísimo que desaparezcan de tu memoria. Cuando todo acabó y pude regresar a casa estuve dos años sin poder dormir intentando rehacerme a mí mismo para poder volver a vivir la vida que me fue arrancada. Lo conseguí gracias a mi mujer y mis dos hijos. Yo he tenido mucha suerte, otros que no tenían a nadie aún hoy no han podido superar el síndrome post traumático”, afirma.

“Yo me siento muy feliz, soy muy afortunado. He vivido todo eso y estoy aquí para contarlo. Tengo una familia, con la que me reúno cada domingo, me gusta tenerles a todos cerca de mí. Mis hijos han crecido, les he visto crecer -recalca orgulloso como habiendo recibido un premio que no imaginaba poder llegar a vivir-. Mi hijo es camarero y mi hija tiene muchas ganas de comerse el mundo, está en el instituto y podrá hacer lo que quiera en la vida. Pensé que nunca volvería a verles, cuando me marché mis hijos tenían 3 y 6 años. Pensar en ellos me ayudaba a seguir vivo, ellos han salvado mi vida”.

Su voz grave y el tiempo que se congela en su relato.

Los hombros caen y la garganta me duele, me cuesta entender tanto horror y mis ojos se humedecen de impotencia. Él toma mi mano y me susurra que todo en la vida se resuelve con amor.

Sonríe, suspira y se encoje de hombros: “La guerra no tiene sentido. Estuve un año y medio alejado de todo lo que me importaba en la vida y aprendí que con mi familia y con amor, amor por todo y por todos, la guerra no existe ni aquí, ni aquí”, dice mientras se señala con un dedo el corazón y después, la cabeza.

Reconoce que no entiende las fronteras, aunque la época más difícil de su vida la paso en ellas: Knin, Pakrac, Karlovac y Lipik.

“Las personas han cambiado, yo he cambiado”.

A pesar del dolor congelado en la mirada, su corazón habla de bondad y de creencia en la humanidad, en la libertad, en la convivencia y en la tolerancia. Respeto, comunicación, honestidad y amor cogidas de la mano como única vía para poder seguir andando sobre la herida abierta.

Un pueblo que ha sufrido tantísimo que ha aprendido a levantarse a lo largo de los siglos y de los poderosos. Ellos sonríen y se apoyan en la fé, en la esperanza y en lo positivo, cariñosos, plurales y cercanos, más allá del gris, buscan el color en la vida y lo encuentran porque lo crean. Fuertes, brillantes y sinceros saben cómo acariciar los corazones, esos que hasta regalan en suvenires.

“Cuando recuerdo todo aquello me siento horrible -sonríe triste-, pero también orgulloso por todo lo que tengo ahora. He sobrevivido e intento ser mejor persona y educar a mis hijos en el respeto y el amor, el amor es la clave. Hay que creer, tú tienes que creer”.

Le agradezco cada una de sus palabras y el haberme dejado colarme en su historia. Le doy las gracias por haberme ayudado a entender quiénes son y les respeto por que han entendido el sentido de la vida a pesar de los golpes.

Le doy las gracias y me abraza: “El honor ha sido todo mío, Rocío, gracias por dejarme explicarme, gracias por escuchar, gracias por venir a conocernos y gracias por tu luz”.

Una vez más, me enseña respeto, cariño, dignidad, sensibilidad, honestidad y entereza.

Gracias. Hvala, amigo.

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1 comentario

  1. Solo tú eres capaz de hacer éso WomanWord, comenzar un artículo gastronómico y terminar incluyéndonos en la vida de Marijan Ivanusa, porque al leerte he sentido que estaba con vosotros , sentada en la mesa, con una copa de vino en la mano para aliviar de poco en poco mi garganta ,porque al igual que a ti los ojos se me han humedecido y el nudo en el pecho no se me desata.Que ejemplo de vida y de honestidad, después de lo vivido ,donde sólo hay sitio para reconcomerse en el odio,éste hombre sólo predica el amor, amor que se le sale por la mirada y se percibe en su sonrisa hacia ti.Gracias por compartirlo con nosotros.

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