BARCELONA

En verano, la ciudad de Barcelona, famosa por su cultura, su política y por ser escenario de múltiples películas de calado internacional, es acosada por miles de turistas que ansiosos recorren sus calles, cámara en mano, cartera en el bolsillo, bolsos abiertos, piel quemada, demasiada sangría en la cabeza y perfumando la ciudad de cremas y aceites de sol.

El bochorno, la xafogor, invade los sentidos, los atonta, los aplana y pega al asfalto a quienes recorren sus barrios: gótico, gracia, born, el raval, las ramblas, la diagonal… en busca de los tesoros modernistas que decoran una ciudad que crece plural y se baña en aroma a marihuana  mientras la piel transpira incluso bajo la ducha y el pelo crece, se abulta y se encrespa entre las voces de La Boquería y vuela al viento frente al mar en la playa de La Barceloneta o desde lo alto de la torre de la Sagrada Familia.

Mientras los skaters hacen cabriolas por las afueras del MACBA, dentro abogan por usar las redes sociales incluso dentro del museo: “La clau és compartir”. No son los únicos anuncias que animan a convivir, por las calles de la ciudad condal, se anuncian las reglas básicas de convivencia con divertidos dibujos que instan al respeto y la cordialidad.

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