Recorrer Mallorca es toda una experiencia y no sólo sensorial.
Levantándome de buena mañana, me dirigí a Plaza de España para coger, en las vías antiguas, el precioso Tren de Soller.
Mi aventura ya comenzó de forma extraña y es que, rodeada de olor a alcohol, gritos y carreras, sentadita en mi pequeña butaca entre los brazos de uno de los alemanes que decidía discutir a voces con su compañero ignorando mi presencia física y mi necesario espacio vital, no podía más que pensar en lo curiosa que es la vida…
Los alemanes, ésos que reivindicaban una “raza superior”, son hoy representados por personas de tono rosado que a las 10.00 de la mañana brindan en familia, ignorantes de la imagen que están dando a su hija de 8 años, con cervezas de 125ml en la mano a voz en grito.
Tras cambiarme de vagón y sacar la cabeza por la ventanilla aspirando todo el olor del mediterráneo, coger un tranvía hasta el puerto, un barco hasta La Calobra y mis piernas para recorrer todo el Torrent del Pareis, las necesidades fisiológicas aparecieron en mí, como era lógico esperar.
Aguantantándome las ganas de hacer pis para no estropear el patrimonio natural de la Unesco, llegué a un bar del puerto de La Calobra. Tras ser interceptada en mi operación de inmersión en el lavabo, pedí con rostro de urgencia utilizar el mismo: “Solo clientes”.
A pesar de su brusco tono y sequedad vital, insistí apurada con ojitos de súplica. Para aquél entonces el camarero raso había sido relevado en su tarea de control por la dueña del local: “Compra algo o dame un euro, ¿o tengo yo que pagar el papel y el agua que vas a gastar?”, “llevo clinex”, “¿y el agua quién me la paga?”, “si lo prefieres no tiro de la cadena…”,”¿y la luz quién me la paga?”, “hombre… Entraría a oscuras, pero…”
En resumen, después de esta conversación del mundo del surrealismo extraterrestre, la respuesta recibida para mi esfínter fue un rotundo: “¡NO!”
Es de entender, igual se le desgastaban las visagras de la tapa del water… Lo que me resulta más curioso es que a pesar de su falta de humanidad, amor por el prójimo y empatía, la señora llevaba sus varias cruces colgadas al pecho… ¿Caridad cristiana? ¿En serio?
Tras preguntarla por las cruces, dedo índice en alto y voz temperamental, me indica que si la deseo algún mal se vuelva en mi contra. Disculpe mi ofensa, jamás desearía mal a nadie, ni siquiera a usted, querida señora agarrada.
Al subir al barco, presa del estupor, decidí contarle mi desventura al capitán del mismo, quien entre carcajadas me hizo saber que ese es sin duda su modus operandi y que días antes un niño pequeño sufrió la misma suerte e ira implacable de la señora de la terracita del puerto de La Calobra.
A pesar de todo, no puedo dejar de pensar y de sentir, con todas y cada una de las personas con las que me cruzo y me llenan de luz, que la gente es verdaderamente extraordinaria.
Nunca sabes quién tienes al lado y a veces olvidamos que todos tenemos una historia interesante que contar. El mundo es un lugar apasionante repleto de caminos que esperan ser recorridos e historias que esperan ser escuchadas.
Soy WOMANWORD y me encantaría conocerlas todas.