En el marco histórico de La Pepa y las Cortes de Cádiz se alza el telón con figuras frenéticas que bajo una luz entrecortada luchan entre sí apasionadas. El rojo de la sangre como bandera, en metáfora de fuerza para conseguir la libertad de España.
Una lucha de valores, una España de ideales, una España de todos, del pueblo que bajo la creencia de la libertad luchaba y evolucionaba.
Y un cuerpo de baile certero, sin duda, con la perfección del coro que vibra como uno y los tacones valientes que claman en una sola voz.
Después, aunque la historia se difumina bajo el concepto sagrado de la verdadera Constitución, las escenas de baile se suceden entre jaleos, música en directo, cajones, guitarras, panderos, panderetas, palmas y tacones.
La profesionalidad llevada al extremo de la rapidez concisa, potente, impresionante.
De las escenas de grupo a los solos. El primero, el de ella, cortante, casi omnipresente, ella, la Baras y su vestido rojo bajo la luz que la abraza y enmarca su baile. Perfecta pose que juega y se eleva, fuerte y decidida, sensible y vulnerable, oscila, crece y nos habla.
Cambio de tercio y de vestido. Sara se arremanga la falda y deja al aire esas piernas que hablan, que gritan y que chulean.
Perfección en un lenguaje de técnica y arte en el que ella sabe vocalizar cada punta y cada tacón.
Volando sobre el escenario sus pies describen recorridos y el público se yergue en sus asientos para ver sus pies difuminados ante la velocidad del taconeo.
Él, José Serrano. Pareja perfecta para la artista. Sensualidad y temple, cariño y dulzura, pasión y arrebato entre los dos, miradas cómplices y plexos solares que se retan, tacones que acarician y una estela que les rodea y les convierte en magia.
Solo, en el escenario, sus rizos acompasan su pose torera. Flanqueando, de medio lado y mentón al frente. Chulería y desparpajo en la perfección de sus botines. Aplauso acalorado y contagio de sentimiento a quienes aún con menos arte, se arrancan en palmas y sienten la española hirviendo la sangre.
La expresión de los sentimientos más profundos, raíces, intensidad e intimidad.
Mantones, abanicos y vueltas de pecho. Un espectáculo que transporta y pone la piel de gallina, que hipnotiza y que muestra que el arte es todo, desde la emoción más irracional hasta la expresión más elevada y que todo ello se resume en una sola palabra: FLAMENCO.