Restaurante Jadín rima con Estrella Michelín

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Tras dejar atrás el Danny’s Gastrobar y cruzando el hall del Bistró, una estantería con botellas de aceite de oliva virgen extra de arbequina y picual en color blanco de Solivelas, que deja ver la cara de Macarera de Castro sonriente y en apoyo real con la gastronomía de Mallorca.

Y es que la conocida como “la mallorquina” fuera de su isla es toda una embajadora del producto mediterráneo y de la cocina de calidad que no olvida sus raíces, sólo así, puede entenderse y sobre todo disfrutar del hecho de comer con las manos en un restaurante de diseño.

Mientras uno espera el elegante ascensor, un libro de los mejores cocineros de la isla deja ver a la cocinera y permite abrir boca con fotografías gráficas de sus creaciones.

Resulta sensacional, tras recorrer los diferentes restaurantes de la familia, el comprobar cómo puede verse a la chef en cualquiera de las tres cocinas preparando sus delicatesen con esmero.

Pero, bien es cierto que es en el Jardín, donde su creatividad cruza fronteras y su concepto de cocina mediterránea, rejuvenecida, de alta clase, pero sin perder la consciencia y la consecuencia, colman el cielo de los manjares.

En un ambiente decorado con diseños de cristalería de la zona y una cubertería familiar reconvertida por artistas de la zona en simpáticos animales, un grupo de profesionales y atentos camareros, retiran la silla y sirven el primer cava y un interesante libro con las fotografías en blanco y negro de Miquel Juliá, el poemario de Omar Oianeder y una lista de la compra que cambia cada mes al completo igual que su menú y todos sus platos. En la mía: cerezas, coca, menjar blanc, mejillones de roca, pulpo, corvallo, cigala, pato, remolacha, queso y albaricoques.

Así comienza un menú experiencia que juega con los sentidos y la imaginación compuesto por cuatro platos fríos, tres pescados, principal de carne, pre postre, quesos, postre y café con pastelitos delicatesen.

Para abrir boca, una sopa de tomate con cerezas y piñones con albahaca seguida de una coca con verdura de la temporada, seso, aceituna negra y nuez que, a pesar de su picadito minucioso permite diferenciar cada uno de los sabores de unos productos naturales, frescos y de gran calidad.

Siguiendo la sucesión en ascendente, la jugosa crema de setas con gamba blanca cruda y manzana; el juego creativo de texturas e imaginería de los mejillones de roca y el bizcocho de jugo de calamar y cebolla; el impresionante pulpo a la brasa con salsa de cebolla, gelatina de la propia salsa del pulpo y rociado con salsa de manitas de cerdo; el precioso plato de corvallo semi crudo acompañado con crujiente de su propia piel y salsa de reducido de su espina, el cual al ser degustado uno puede ser capaz de ver el mar.

No es menos la cigala con cuscús y el antes mencionado aceite de oliva de Solivelas con detalle de cebollino o el pato con tirabeques, hierbabuena y emulsión de aceite de oliva con el caldo del pato, un plato jugoso y cortado con cubertería especial  realizada por maestros cuberteros de Mallorca.

Entre tanto, su sumiller, Guillermo Lucas, afirma sin lugar a dudas que la bodega del Jardín es una de las mejores de España con piezas especiales provenientes de todo el mundo con botellas de hasta 2600 euros en mesa.

Como prueba, el blanco de Ángel Montblanc, afrutado y con gran estructura y el vino tinto de Ramiro’s, un tempranillo de Castilla y León de 2009, con 24 meses en barrica de roble francés y americano, cuyo aroma, sabor y color envuelven y seducen.

Sorprendente las texturas de la remolacha, el helado casero de azahar y el polvo, un plato frío y dulce con un color y un sabor que juegan con la imaginación y donde nada es lo que parece.

Le sigue el plato de quesos de oveja de Rotje tratados de diferente forma, desde el helado de  queso con merengue, la crujiente bolita de mazapán con queso y el jugoso brie acompañado de pan con pimentón.

Y como punto final antes de los pequeños pastelitos de manzana asada al azafrán, galletita de chocolate con vozka, mini ensaimada con crema pastelera, membrillo y azúcar glass y el café, el postre que descubre tras la palabra “albaricoque”, presenta diferentes texturas de un mismo ingrediente: fruta, helado de hierba luisa, moras naturales, suculenta galleta de naranja, ligero, fresquito y de nuevo muy agradable.

Lo que resalta entre todos sus platos, es el sabor mediterráneo armonizado con un gusto especial, fácil de comer y permisivo para el paladar que puede cambiar de plato con ánimo y hasta ansiedad por conocer el siguiente juego de sabores. Tal y como describe Oianeder: “Una cocina atávica y autosuficiente”.

Un concepto de cocina veraz, concreto y generoso que conoce su terreno y lo explota en su máxima esencia.

Nota al Lector

Macarena también diseña menús completos y especiales para veganos con una reserva y preaviso previo de dos días. De hecho, éste ha ganado tanto en relevancia que cada semana un grupo de veganos reserva y han venido a conocerla grupos venidos desde Estados Unidos.

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