Un día en el Lago Leman

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Fotografía, Texto y Vídeo por Rocío Pastor Eugenio.

Fotografía 100% libre de retoque digital. Como siempre aquí, en WOMANWORD.

Viajar hasta Suiza para conocerla bella Ginebra, (Genéve, Switzerland), siempre merece la pena. La luz que envuelve esta ciudad parece pausada por el tiempo, perenne y congelada con un sol que no termina de ascender y que eterniza la escena entre la bruma, la niebla y la luz que traspasa llenando de tonos pastel el horizonte.

En el corazón de una ciudad que se despierta bajo el rocío congelado, despacio y silenciosa, educada y formal, se despereza sonriente, sin hacer mucho ruido, como sus habitantes, espera sus tiempos.

Esa luz tornasolada creada por un sol que no calienta refleja como en un sueño la claridad del Lago Leman. En el corazón de la ciudad, el jet d’eau, su símbolo se abre paso en altitud y fuerza rodeado de aves, patos, embarcaciones, botes-taxi y lo más sorprendente de todo: nadadores.

Bajar de la Rue Montblanc para encontrar la placidez de este enorme lago de 580 km² hace contener el aliento a cualquiera. Sobre el Pont du Mont-Blanc, las banderas ondean y se abre en profundidad una vista azulada dejando en la rivera derecha el bello Promenade du lac con el Parc des Eaux-Vives y el Parc de la Grange.

Pasear por el Quai du Mont-Blanc y el Quai Wilson pasando el Parc Mon- Repos  hasta La perle du lac, trae consigo reminiscencias de historia, una de asesinatos y realeza, ya que allí, la emperatriz Sisi, perdió la vida al ser confundida como una viandante más y asesinada por un ladrón, como atestigua una placa en su rivera, el 10 de septiembre de 1898.

Así, los turistas se abren paso bajo sus gorros de lana calados y sus bufandas subidas hasta los ojos, cámara en mano, para retratar cada pequeño detalle de una ciudad que parece a ver sido colocada a primera hora de la mañana, como un belén viviente, en el que cada elemento ocupa gracioso su lugar, en armonía, plácido, sin prisa.

Llegar hasta los famosos Bains des Pâquis resulta obligatorio, avanzando por el muelle des Pâquis, se llega hasta su hermoso faro, el Jetée des Pâquis, acompañado por las gaviotas, los cisnes y los patos.

Los singulares baños, además de ofrecer un económico servicio de buvette, cafetería y restaurante, tiene la mejor fondue de la ciudad. Una vez dentro, los baños ofrecen masajes especializados, baño turco, hammam y… lo más llamativo de todo: natación en el lago.

Y es que mientras los transeúntes, se pelean contra el frío que atenaza y sume la ciudad en ese estado de parálisis, ciertos valientes, se desprenden de sus abrigos, jerseys de cuello alto, camisetas térmicas, camisetas interiores, ropa interior, botas, pantalones, leggins, calcetines y sus otros calcetines, se visten con su gorro de baño y sus bañadores y recorren el muelle desde los baños hasta el faro descalzos y de semejante guisa, muertos de la risa entre el frío, la proeza y la euforia, y se lanzan al agua resplandeciente del lago, para volver nadando hasta los baños y calentarte en el hammam con un té moruno.

Un tratamiento de belleza y salud de choque, no es extraño que desde tiempos lejanos, Suiza fuese elegida por los pudientes para ir a realizarse curas de salud, belleza y tranquilidad gracias a su paraje incomparable, su lago abrazado por los Alpes y su ausencia de polución.

No es de extrañar que Rousseau y Lord Byron fuesen unos de los principales forofos del Lago de Ginebra, Lago Lemán o Lago Léman, como se prefiera.

Su luz, su imagen, su limpieza, su claridad y los millares de posibilidades que a nivel deporte ofrece hacen de este lugar un sitio ideal para pasar el rato, pasear, divagar, escribir, hacer fotografías, correr, escuchar música, pensar, meditar, ir de picnic… Un espacio de tranquilidad en la ciudad tranquila, donde el tiempo se para y las musas abrazan creando imágenes y citas como las que siguen: “Cuando el tiempo se congela y la luz, los minutos y el espacio se suspenden en el aire y sólo quedas tú y un remolino de paz que calma por dentro”.

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