Por Rocío Pastor Eugenio.
Dicen que España es un país en crisis, de personas en paro y gobernantes que roban y asolan a sus ciudadanos. Es cierto, pero hay mucho más en este país, hay almas y corazones que luchan cada día por salir adelante en un mundo en ruinas que parecía utópico para aquellos que a mediados del año 2000 terminaban su o sus carreas, másteres y postgrados con la esperanza de encontrar un trabajo digno, estatuto de los trabajadores bajo el brazo, que amparase sus ambiciones.
En lugar de eso, encontraron crisis, contratos basura, becarios/esclavos sin remuneración ni cotización o paro. Frente a eso, muchos de estos héroes y heroínas de a pie decidieron seguir adelante con proyectos propios que desarrollar: una empresa, su creatividad, su fuerza, sus días…
Emprender no es sencillo y las facturas siguen llegando para esos valientes que además, se han independizado luchando por vivir la vida según ellos la consideran libre.
Así, emprenden, son independientes y pagan sus facturas sobreviviendo en la ciudad.
¿Cómo lo hacen?
Han aprendido en la humildad a ser ellos mismos a sabiendas de su valía, quitándose los anillos después para trabajar como cuando eran estudiantes sin cualificación, en empleos primarios.
Es el caso de Paula, creadora de una empresa de arte y fotografía que los fines de semana paga sus facturas trabajando en una hamburguesería.
Otro caso es el de Ricardo, quien lucha por abrirse paso en el mundo de la televisión mientras al terminar su jornada laboral, cambia el maquillaje por la barra para servir copas y atender mesas.
Samuel trabaja en una copistería mientras su empresa de dibujo gráfico eleva el vuelo.
Carla dejó un importante puesto por desarrollar su sueño y combina su proyecto con el supermercado.
Coral tiene una web y los fines de semana paga sus facturas como dependienta.
Salvador es director de arte, tiene una empresa de fotografía especializada y sale de los apuros como camarero.
Por su parte, Cibeles saca adelante su pasantía y por horas, limpia los suelos de relucientes pisos de oficinas, mientras Esmeralda, periodista freelancer, combina sus letras con el trabajo de asistenta.
Todos ellos tienen más de una carrera, oscilan los 30 y hablan idiomas, por unas horas, se confunden con el resto, pero en este ambiente de pesimismo algo les diferencia incluso cuando están disfrazados de personas que no son, en oficios que no les representan: su sonrisa.
Ellos saben quiénes son y se saben realizados en su lucha por conseguirlo, cueste lo que cueste.
1 comentario
Mi querida WomanWord, admiro y me apeno del mundo que os ha tocado vivir a la generación mejor preparada de todos los tiempos, pero me resulta imprescindible decirte y recordarte que aquí a nadie nos han regalado nada, que en otros tiempos también hemos estudiado nuestras carreras y que para ello, sin ayuda, hemos tenido que trabajar y estudiar a la vez y quedarnos sin dormir.No es justo que no tengáis trabajo, a nosotros también nos costó encontrarlo, por lo tanto ahora y siempre ha habido “mártires” y la sonrisa siempre ha estado presente.