Nuestro Hermano

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Por Rocío Pastor Eugenio.

80 minutos aproximadamente. 80 minutos en un suspiro. 80 minutos en el devenir de pasillos del recuerdo de españoles y familias rotas, de hijos, de vacío y de silencio, de caminos aislados que han llevado lejos y que al final convergen.

Un final abierto que llega mientras uno podría seguir escuchando, viendo, sintiendo empático la energía desarrollada en escena, los personajes reales, los diálogos cercanos y acertados, de casa, de todos, personalidades marcadas y tres hermanos que luchan por saberse uno queriendo olvidar un pasado que es la única vía de ser ellos mismos y ser felices volviendo al amor y al inicio de la familia en la que crecieron a pesar de los pesares.

Sobre el escenario a ras de suelo se abre un simulado escenario, oscilante y conciso que vuelve a la infancia, abre sus cajones, rebusca entre la memoria y viste el presente que une tras la pérdida. Cuatro baúles y tres almas. Críticas, frío, ternura, cariño que se ha perdido la costumbre de dar y de recibir, egos que se defienden sin ataques buscando su sitio, perdidos, solos, desconocidos.

Grandes interpretaciones sobre la escena, reales y palpables. Intimista y real, muestra sincera la realidad que aísla y el tiempo que para.

Cuando la escena acaba, cuesta dejar el patio de butacas y los comentarios aplauden la acción coincidiendo en que debería durar más, buscando en ella, tal vez, una respuesta propia a un final tan abierto como la vida misma.

 

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