Por Rocío Pastor Eugenio.
Tras El artista y la modelo, se estrena ahora Renoir.
Entre paisajes de ensueño, en los que se refleja el místico trazo y el óleo del pintor francés, se cuenta una historia calculada que habla de un artista, se habla del amor, se habla del fluir de los tiempo, del cambio de actitud ante el arte, pinceles que trazan la vida entre rayos de luz y escorzos y entre todo ello, la vida de una modelo que se baña entre luces aterciopeladas, mientras el ardor y la pausa veraniega de la riviera francesa, en la Costa Azul, en una época en la que lo bohemio adquiría valores y regía una forma de vida queda patente entre el gris de la rutina.
Luz y sombras, dos nombres, dos hombres, un lugar en la geografía y un cabello rojizo, el de una mujer.
Así, se habla de la vida de Pierre Auguste Renoir, el célebre pintor tres años antes de morir y su segundo hijo, Jean Renoir, director, guionista y actor, comparten protagonismo con Andrée Heuchling, la modelo de Renoir, el padre y futura esposa de Renoir, el hijo.
Entre el impresionismo de Renoir la luz y los trazos reflejan formas de vivir transmitidas in situ, la película intenta transmitir la filosofía de vida del artista: “El dolor pasa, la belleza permanece”, bajo la cual creó casi seis mil cuadros siendo hoy en día, uno de los pintores franceses de mayor relevancia.
Así pues, situando la escena en la Costa Azul en 1915, se retrata a un Renoir cansado, inteligente y dolido que se refugia en su arte, centro de su energía, para superar la muerte de su esposa y la noticia de que su hijo ha sido herido en la guerra.
El amor y el arte se entrelazan alrededor de una musa que inspiró, en la vida real, tanto al padre como al hijo. Casi desconocida, la vida de Andrée surca la gran pantalla bajo la dirección de Gilles Bourdos, interpretada por Christa Theret.
Jean Renoir es interpretado por Vincent Rottiers, mientras que Michel Bouquet encarna a Renoir.
La historia en sí resulta interesante por permitir adentrarse en la vida de la musa, del gran pintor, de sus días, de sus visiones… pero además, todo ello se ve interrelacionado en un mismo lugar, su casa, desarrollando también el ansía de superación, de transformación del arte de la progenie de un gran artista.
Y si todo esto no resulta atractivo, la fotografía empleada en la película pone la piel de gallina con su toque pastoril y la luz del genio.