Por Rocío Pastor Eugenio.
Quedan cuatro funciones para que termine la representación de la aclamada obra: ¡Ay, Carmela! en el Teatro Reina Victoria de Madrid.
En ella, Javier Gutierrez, Inma Cuesta, Marta Ribera, Javier Navares, Alvaro Morte, Pablo Raya, Javier Enguix y Sagrario Mielgo, bajo las órdenes de Andrés Lima y con la música de Joan Valent dan vida a coro junto con las canciones de Víctor Manuel, Vanesa Martín, Pedro Guerra y otras populares de la época, a un momento clave de nuestra historia, bajo una crítica ácida y muy española que en melodía retrata tempestades de una España avocada al hoy.
Así, del teatro de 1986 de José Sanchis Sinisterra pasó al cine en los ’90 bajo la dirección de Carlos Saura. Ahora, de nuevo, el teatro alza el telón bajo el mismo título, ése que recuerda a una conocida canción popular durante la Guerra Civil española: El paso del Ebro.
Diferentes personajes retratan la España del momento, el miedo, el pragmatismo, los ideales, el valor, la nada… Así, Carmela se alza valiente, idealista, libertaria; mientras que Paulino encarna la cobardía del pragmático y Gustavete la falta de palabra, de acción, de pensamiento.
Desde el bando republicano, la cultura hace de las suyas para abrir conciencias desde el escenario. La comedia por bandera para animar a las tropas en el frente de batalla, a los civiles en los pueblos y alzar la voz en el frente equivocado. El enredo comienza cuando camino a Valencia caen en zona nacional, donde prisioneros buscan su libertad mediante lo que mejor saben hacer: TEATRO siendo imposible, ante la injusticia y la soberbia del vencedor, acallar la voz.
La controversia está servida, el retrato de una España dividida y el ahínco por sobrevivir. Humanos entre la razón y el absurdo en un país que no entiende ni donde está, ni a dónde se dirige.
Perfecta fotografía, voces impresionantes acompasadas in crescendo que ponen la piel de gallina y ahogan recordando verdades de asesinato, de hermanos contra hermanos, cegados, de injusticia, de violencia, de mujeres en la historia, mujeres acuchilladas, mujeres acalladas. Un país abandonado, un país humillado, sentenciado al fascismo. Un país alegre, pobre, inculto.
Valores, ideales y un frente de batalla al que unirse en pro de la libertad del pueblo y del corazón que palpita por la igualdad, honesto.
Un cabaret regido por una maestra cuya voz implica y devora. Sobre las tablas, personajes reales, una historia palpable, que traspasa, que contagia, que se sabe verdadera: “Soy parte de la historia, si la padezco por qué no habría de contarla. Mira esa sangre, se mata hermano contra hermano. Yo no pedí nacer cuando nací, se trata de sobrevivir”.
Una crítica brutal a una España condenada por su ceguera con un toque muy nuestro que, entre fandangos y picaresca, hace de las suyas sobre unas tablas que sudadas, hacen mirar a las entrañas, fiel reflejo de una España asesinada y condenada que no aprende “ni a tiros”.
Cuidado vestuario, cuidado diálogo, canciones elegidas, perfecto engranaje que funciona, redondo, digno, que habla de una revolución sin escopeta, la de una Carmela que fueron muchas, que fueron muchos, que alzaron la voz contra lo injusto pagando el precio más alto en pro de la dignidad y la verdad sobre el miedo y que hoy siguen haciéndolo en una España que aún sigue repitiendo: “Estaremos esperando y recordando”. Voces que resuenan y que no se dejarán vencer jamás.
Alma en una escena que recuerda que nada pueden las bombas donde queda corazón.
Emocionante, tierna, divertida e impresionante eleva al público en pie a lágrima viva, corazón contagiado de coraje y un aplauso que recuerda que a pesar de todo, reina la esperanza.
1 comentario
Aún con la piel de gallina después de ver la obra, tu artículo me deja clavada al silla, como siempre das en la diana de los corazones para reanimarlos e infundir valor ante tanta injusticia como sigue vigente, Womanword, te veo como una Carmela de la escritura y agradezco tu claridad de ideas.En cuanto a la obra, eché en falta una gran bandera republicana donde estaba el telón de fondo, hubiera sido un puntazo…la narradora,Marta Ribera, ole por ella, me quedé embobada mirándola,que forma de transmitir, que sexi, que mujerona.La música en los suspiros de España me llenó de tristeza al recordar tantas muertes por tan sólo pedir algo tan simple como JUSTICIA Y LIBERTAD.