Es uno de esos locales con encanto que uno puede encontrar en la ciudad de Madrid, en los que acudir, sentarte con tu libreta y degustar una cocina artesana y cuidada por un módico precio en un entorno precioso en el que sentirse cómodo sin necesidad de mirar el reloj. Estoy en el Café Murillo.
Lo cierto es que este local transpira historia. Respetando la esencia de La Bodega, abierta en 1927, Eliza Arcaya y su socia, Johanna Müller han reformado por completo este local a la espalda del Museo del Prado, eso sí con muebles que transpiran conversaciones y momentos desde el Siglo XIX. “Todo tiene un toque simpático, la “M” la conseguí de una tienda de automóviles, todo lo he ido comprando y consiguiendo poco a poco”, reconoce.
“La carta ha sido confeccionada con platos que me divierten”, afirma Eliza. “Nosotras mismas nos preguntamos, ¿qué quiero comer cuándo llego a un sitio? Y eso es lo que hemos buscado”, confirma Johanna.
La calidad, los productos frescos, la realización artesanal, como sucede con sus zumos o sus postes, lo natural prima y el mundo en la bandeja son el exponente de un menú libre que funciona desde las 9’30 hasta la 01’30 de la mañana, non-stop.
Alguno de sus manjares a degustar sin orden, como dice su propietaria: “el menú no tiene orden es libre y flexible”, son el fondant de chocolate que juega con el binomio frío-calor y la intensidad de un sabor profundo y completo. Los zumos naturales como el de mango o el de Flor de Jamaica con frutos del bosque. Los platos venezolanos, vietnamitas, los toques hindúes, los ibéricos españoles, el jugoso pez mantequilla… todo ello habla de la profesionalidad, lo jugoso, el sabor, los cinco sentidos, la cocina completa, la felicidad al cuadrado y un precio consecuente y real.
Lo definen como un bistró mediterráneo aunque eso sería quedarse corto. Se trata de un café francés, un bar español, un restaurante de diseño, una cafetería de tendencia, un lugar dinámico, bohemio, accesible, un punto de encuentro desenfadado pero con gran personalidad, en el que, como asegura Eliza: “Todo el que viene es tratado de la misma forma, con cariño y trato humano, desde el obrero que trabaja en el edificio de al lado, hasta artistas internacionales, futbolistas o editoras de moda. Aquí todos somos reyes y reinas sin apellido, se viene a disfrutar sin hora, de la mañana a la noche, no echamos a nadie”.
Aquí, hasta los manjares son solidarios. Así, todo lo recaudado por el plato de pollo Gandhi se dona a la Fundación de la Esperanza y la Alegría, para la ayuda a la escolarización en India. “Hay que dar y recibir”, explica Eliza. Ese es su concepto de vida, su filosofía y su marca.
El multitasking es otra de sus virtudes, de esta forma, mientras concede la entrevista, firma albaranes, cierra temas con los transportistas, selecciona las jarras de sangría y sentencia: “Todo debe estar perfecto a cualquier hora del día”, eso sí, con una enorme sonrisa.

Pollo Gandhi y Pez mantequilla con aguacate y aceite trufado. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Bollería artesanal, sobrasada de Mallorca, fruta de temporada. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD

Rollito de gambas con salsa de pimiento, pequeños de queso y somosa con salsa de curry. Fotografía de/ por Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD
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1 comentario
Empezando por la entrada del local, ya guarda un regusto añejo, romántico y no voy a decir parisino porque en Madrid tenemos sitios tan encantadores como allí y me da rabia…La comida es un manjar sin extravagancias, elijas lo que elijas y la libertad de horario, un placer, porque sabes que no molestas a nadie ni te están mirando de reojo para que te vayas de una vez, que ellos también tienen que comer…y la dieta que día tras día comienzas…pues a la porra a la hora de los postres…