Por Rocío Pastor Eugenio.
Hoy en día, vivimos tan dependientes de la tecnología que son muchas las empresas que rentabilizan a golpe de ingenio esta nueva necesidad surgida de largas jornadas de trabajo, una vida sedentaria y la facilidad que implica que a golpe de click podamos organizar todo en cuestión de minutos.
Así pues, uno puede organizar su boda completa por internet, comprar un billete de avión, de tren, pagar las facturas, leer un libro e incluso participar en partidas, como las de las películas, desde el sillón de su casa. Viajes, películas, documentales, compras, comunicación, entretenimiento y hasta trabajar… Tener un mundo entero de posibilidades al alcance de la mano, sin mayor gasto que el de la corriente eléctrica.
Lo que no queda claro es hasta que punto estamos volviéndonos dependientes del ratón y la pantalla.
Un mundo entero de posibilidades sin distancias, sí, pero virtual. Las oportunidades permiten avanzar y acercar, pero la experiencia de superar la barrera de la zona de confort es lo que compone la vida de, literalmente, vitalidad. Combinar ambas puede ser la clave perfecta para aprovechar al máximo todas las oportunidades.
Yo por hoy, apago la pantalla.
