Por Rocío Pastor Eugenio.
Ganadora del premio a Mejor Película en el London Film Festival 2012, De óxido y hueso, en su título original: De rouille et D’os, es la última película de Jaques Audiard, escrita e interpretada por Mathias Schoenaerts. Junto a él, subida de lleno en los papeles dramáticos y con consistencia desde su maravillosa actuación en Edith Piaf, Marion Cotillard.
En ella, la vida se desarrolla poco a poco y en espiral. Sin un argumento lógico que ahonde en las vidas de los diferentes personajes, de manera superficial se conoce a cada uno de ellos y casi de refilón sus miedos, sus anhelos, sus pasiones y sus obsesiones se enmarañan y transitan en una rutina que no acaba de establecerse.
La superación y las caídas determinan la vida de todos los individuos que aparecen en el film y que de una manera u otra deben seguir adelante, buscando el dobladillo de las diferentes situaciones que se les presentan sin prestar mucha atención filosófica a lo que les rodea porque de hacerlo, no superarían sus problemas.
Entre tanto, una historia de sexo sin amor y de amistad con muros, se abre paso entre el gris instaurado y provoca momentos cómicos que relajan la tensión y juegan con esa humanidad que, al fin y al cabo, es la que les ayuda a sobrevivir.
La infancia, la juventud, la madurez, el trabajo, el paro, las triquiñuelas, el hambre, la droga, los accidentes, la impotencia, la angustia la responsabilidad, las ganas de vivir y su ausencia, un mundo paralelo que no sale en las novelas ni en las películas americanas que se abre paso desde la ventana de atrás con acento francés, la inocencia de un niño y la mirada perdida del adulto, paralelismos de animales salvajes, encerrados, arrinconados, a punto de estallar. Simbolismo estrambótico, sumisión, capacidades hastiadas y evidencias dramáticas que quedan amilanadas por el calendario.
Todo esto en el estreno de hoy de: De óxido y hueso.