Por Rocío Pastor Eugenio.
William Shakespeare y Eduardo Vasco se unen para versionar, de la mano de Yolanda Pallín, una de las comedias mejor escritas de la historia: Noche de Reyes, en la que el autor inglés supo conjugar el enredo, el amor, los diálogos inteligentes y el destino como tenaz aliado.
Pero lo mejor de todo llega cuando, el Teatro de la Abadía toca la campana y da comiendo la función. Entonces, los personajes de Noche de Reyes entonan y marcan el do de pecho haciendo que Shakespeare vaya más allá de las bambalinas y su obra se convierta en un divertido musical que cobra vida de forma pausada bajo la atenta mirada de una escenografía al estilo de los montajes de la época de William.
Una gran versión coronada por la actuación de un reparto de excepción que sabe cómo coordinarse en la escena, bromear sin exceder, hacer uso del lenguaje gestual en contrapunto con el maravilloso texto y disfrutar sobre las tablas de forma que esa diversión, ese juego, embrolla a una sala abarrotada que apuesta por una vuelta al teatro clásico, a los textos perfectos que utilizan el intelecto como forma de expresión y necesidad humana que oscila entre el refranero popular y las declamaciones cultivadas y literarias.
El sino imperturbable, la elocuencia por bandera y el buen carácter como corona de oro a personajes diferentes y diferenciados que se mueven por los mares de la razón, la sin razón, el amor, la venganza, la broma, la canción, la imaginación, la vida, la muerte, las catástrofes y los encuentros.
Análisis filosóficos sobre diferentes escenas y momentos de la vida del ser humano, ¿qué es real? ¿qué irreal? ¿qué es ser? La Tierra de Iliria y las palabras “como guantes para el que sabe usarlas, es fácil darles la vuelta. Las palabras son traidoras”.
Un teatro, un lenguaje y una cultura popular imprescindible para crear, hoy en día, frases hechas poesías y la agilidad mental que nos devuelva la condición de humanos.