Francis Veber escribió una comedia que retrata al hombre desde su bajeza hasta su grandeza más humana pasando por la torpeza de una inocencia clásica de niños sencillos. Su maestría en las letras hizo que ésta gran obra fuese llevada al cine con el sutil toque de las comedias francesas de personajes amables y tramas reales.
Tras ello, el teatro también ha querido rendir homenaje a este texto y así, bajo la dirección de Juan José Afonso, el Teatro Reina Victoria de Madrid, acoge la segunda cena más conocida de la historia: La Cena de los Idiotas.
De esta forma, Josema Yuste confiesa haberse quedado el “papel bombón” de obra. Él interpreta a Carlos, el rico demasiado hastiado como para ser humano y que se divierte a costa de rebajar a los demás como forma de justificar su propia simpleza.
Desde un prisma mezquino, con miradas de superioridad y toques de irascibilidad, Josema no termina de aceptar la seriedad de su personaje y no puede evitar reírse de todo corazón al ver frente a sí a grandes actores de la comedia como son Félix Álvarez, (más conocido como Felisuco), quien juega con un acento indescifrable, la comicidad del gesto y la libertad de la comodidad y naturalidad que le otorgan las tablas, las mismas que ostenta el idiota de la obra: David Fernández.
El “idiota”, el Señor Pinón, resuelve las situaciones al enredarlas con gracejo e inocencia. Su expresión y locuacidad enternecen al patio de butacas que ve en él a alguien entrañable, original y divertido.
Acompañando a los protagonistas se encuentran José Luis Mosquera, quien como persona y personaje mantiene el tipo y ríe con libertad cuando la escena se lo permite. Y desde el punto de vista femenino, las dolidas Esperanza Lemos y Natalia Ruiz, que intentan objetivizar sus respectivas situaciones doloridas por el mismo mal, el verdadero idiota: Carlos.
Sin duda, una obra en la que el humor absurdo se hila con una puesta en escena estudiada, libre y divertida en la que todos disfrutan a la vez y la magia se cierne sobre el teatro entre carcajadas y humanidad, de esa que chorrea a borbotones cuando la empatía converge.
Todo ello se baña con un transfondo que embriaga: la bondad y el gusto por las pequeñas cosas, por la vida diaria, por el momento, por la amistad y los gustos sencillos que son los que realmente conforman nuestros días y sonrojas nuestras mejillas mientras el corazón se siente abrazado. Esta es la vida del idiota que al fin y al cabo, no lo es tanto si se compara cuál es el que por las noches se acuesta con una sonrisa y cual mecido por el mal carácter.
Personalidades encontradas que poco a poco se enroscan la una en la otra, el respeto levanta la mano y poco a poco la mente se abre para comenzar a valorar a las buenas personas, esas que te tenderán una mano sin dudar por encima del rencor y de las clases sociales.
Una obra bonita, bien desarrollada, muy divertida y perfecta para pasar una tarde agradable que nos haga olvidar y recordar al mismo tiempo.
3 comentarios
Aunque mi estado de ánimo no era el más adecuado para ver ésta obra, guiada por tu crítica, fui a verla y de verdad que me arrancó más de una sonrisa.Bien hilada.Sigue aconsejándome WomanWord.
Tengo la intención de ir, de reírme con el idiota que todos tenemos, vi la película hace tiempo la recuerdo con simpatía. De nuevo valoro tu esfuerzo y tu trabajo y te doy agradecido mi aplauso por la información incansable que recibo a través de WOMANWORD
ESTABA PÈNDIENTE DE TU COMENTARIO