Por Rocío Pastor Eugenio.
Tras recorrer toda España, Madrid vuelve a verse abrazada por la cálida sonrisa de Eduardo Aldán, quien desde una curiosa perspectiva consigue que el público se enfrente al unísono a sus propios recuerdos, entre lametón y lametón de piruleta.
Coleccionista en ciernes, Eduardo Aldán nos lleva por un viaje a nuestra infancia ochentera cargado de recuerdos de todo tipo, desde los materiales hasta esos en los que al pensar en ellos, arrancan sonrisas cálidas a nuestros labios y consiguen que los ojos brillen al mirar hacia atrás.
Así, en el Pequeño Teatro Gran Vía, de Madrid, su monólogo cargado de sorpresa continua, vuelve cargado de fuerza para cumplir orgulloso su función número 1.084 y su séptima temporada.
Empático y sensible, Eduardo juega con los estados de ánimo de quienes absortos, le observan dejándose guiar por su batuta cual orquesta a ritmo de carcajadas, aplausos y hasta cantinelas.
De forma natural y convencida, acude al rescate de ese niño o niña interior en un intento por salvar una esencia olvidada por las prisas y la rutina de la edad adulta en la que parece no haber lugar para seguir paseando en bicicleta con los amigos del barrio y merendar bocatas de Nocilla.
Además, recuerda con estilo, el amor, el cariño y los valores humanos de igualdad, respeto y solidaridad que bebimos los que jugamos en los años ochenta.
Un paseo por Barrio Sésamo, David el Gnomo, Érase una vez, la Abeja Maya, los Sugus… no son pocas las conversaciones entre amigos que nos han transportado a esa época mágica cargada de fantasía, sueños y libertad.
De esta manera, se construye un espectáculo en el que se crean realidades palpables de forma sofisticada, amena y aguda. Ágil y rápido, Eduardo evoluciona en el ritmo de sus historias, sus cuentos y hasta sus pausas creando un espectáculo de calidad que “está aquí, para remover conciencias”.
Más que una vuelta atrás en el tiempo, se trata de una introspección que bajo las luces de una lámpara de noche y la voz modulada de Eduardo, transporta de la risa a la ternura intentando rescatar la misma inocencia y alegría por la vida que se sentía de niñ@.
2 comentarios
Tierna,divertida y siempre presente porque aunque el tiempo pase,los recuerdos importantes permanecen en nuestro interior y son capaces de transportarnos sensaciones,olores y vibraciones inolvidables.
Tienes razón, la obra es un placer que ayuda e evadirse y dejar atrás los problemas tal y como hacíamos en esa época mucho más despreocupada que era la niñez.
Creo que lo que más me gustó fue el recordar esas cosas que antes valorábamos y que con el paso de los años y las experiencias, hemos perdido la ilusión, algo que no debería ser así.
PD: Muchas risas cargadas de nostalgia.