Un día de paseo por París

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Fotografía y texto por Rocío Pastor Eugenio.

Fotografía 100% libre de retoque digital. Como siempre aquí, en WOMANWORD.

Amanece el día con un sol radiante que me emociona y me saca de la cama como con un tirón espontáneo y necesario.

Me calzo mi vestido vintage y frente al espejo lo primero que pienso, puede que por culpa de largos años leyendo revistas de moda, es: “¡Soy tan parisina como Vanessa Paradis!”, de la cual, por cierto, voy a ver su película más tarde o más temprano y en versión original. Ya que estoy en París…

Así pues, arrastro a mi queridísima amiga Florence por toda la ciudad, recorriendo algunas de las rutas que me quedan por hacer.

Montadas en el autobús número 28 vamos pasando barrio por barrio comprobando, una vez más, la perfección arquitectónica de una ciudad que entre grandes manzanas de edificios perfectamente colocados y alineados, abre inmensos claros en los que el sol arrampla y los árboles se muestras orgullosos frente al paso del tiempo. Aquí todo es como el vino, envejece con clase.

De esta guisa, giro la cabeza y me encuentro con una cúpula dorada gigante a la cual me siento forzada a visitar.

Se trata de Invalides.

Tras recoger el ticket y tropezar con grupos de turistas que de  20 en 20 van colapsando la ciudad, se cruzan las enormes puertas de madera verde con grabados en oro.

La enormidad de todo lo que dentro espera al visitante deja, al primer instante, sin aliento creando sorpresa y hasta cierto grado de admiración. Sus grandes vidrieras iluminan con diferente luz cada rincón, cada grandiosa tumba del descanso eterno y el orgullo patrio.

Pero lo cierto es que dentro de esta lujosa mansión en la que la muerte es la dueña, aún se siente esa energía negativa del que fuera hospital de guerra reconvertido. Hoy, tumba gigante, magnánima, cargada de pesado mármol y frescos en tonos rojos que no hacen más que recordar que el mundo se  encuentra fuera, tras grandes capas de pesada piedra y barrocos adornos que en la exuberancia causan asfixia.

Luego caminamos por los campos de Marte y sus manifestaciones árabes, escoceses con kilt y gaita, turistas acaramelados, franceses de pique nique, mochileros que descansan sobre la hierba junto a sus pesadas maletas y sonríen orgullosos de haber llegado a un nuevo destino por sí mismos.

Son los contrastes que causa París: La luz, la muerte ensalzada, la patria y los emigrantes.

Ante todo, la posibilidad de encontrar historias que remueven por dentro entre la luz, la moda y como siempre, el amor.

Y así, con la sombra de una España que desaparece tras de mí y vibra agonizante en mi cabeza, confío en arrancar una sonrisa ante la alentadora idea de que no puede haber mejor manera de terminar el día, que comiendo un croissant frente a la verdadera estatua de la libertad.

 

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1 comentario

  1. no me das envidia woman word,he estado de paseo ,como tú,una semana por Paris,de la mano de una persona vitalista, llena de ilusión y de energía,que ha sabido hacerme amar ésa ciudad,ya sea por su amplia belleza y majestuosidad , cómo por su compañía.Inolvidable.

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